domingo, 10 de febrero de 2008

La fábula del desafortunado empresario Sr Peel

El sr Peel decidió montar una empresa en Nueva Holanda. Se llevó en el barco todo cuanto preveía necesario: dinero, máquinas, materias primas…; para no olvidarse de nada se llevó hasta a los obreros con sus familias, asegurando así la reproducción de la más inestimable mercancía.
En cuanto atracó la embarcación, ¡cáspita!, los obreros vieron tierras vírgenes y, como por milagro, dejaron de ser obreros de la noche a la mañana: se dedicaron a la agricultura, a la carpintería, edificaron sus propias casas, criaron gallinas, algunos se convirtieron en auténticos holgazanes y otros incluso llegaron a la osadía de convertirse en competidores del propio Sr. Peel. Imitaron a los nativos quienes, inexplicablemente, andaban en taparrabos sin la menor intención de aceptar los contratos de trabajo de ese patrón llovido del cielo.
El Sr Peel se había olvidado algo en Inglaterra; se había olvidado algo que no se podía tocar, ni ver, ni oler, algo que no se podía transportar, algo que no se podía en absoluto vivir: las relaciones de producción capitalistas. Se había olvidado esa violencia sangrienta, esa violencia radical y absoluta, por la que la población inglesa había sido expropiada brutalmente de sus condiciones generales de trabajo. Esa violencia que era el único secreto por el que el hombre es, además de hombre, un obrero.
Peel había empaquetado a sus obreros, dejándoles vivir, vivir incluso una vida familiar, y sin embargo se había dejado en Inglaterra el ser de sus obreros. Lógico: el sr. capitalista Peel no podía sino olvidar aquello que le hacía capitalista (capaz de olvidar, capaz de recordar otras cosas, menos esa); a su vez, los obreros, por definición, era lógico que fueran incapaces de recordar en Inglaterra , único sitio en que eran obreros, aquello que les hacía ser obreros.

Extraído de un artículo de Carlos F. Liria del libro "Volver a pensar"


"El señor Peel nos relata Wakefield en tono lastimero llevó consigo de Inglaterra al río Swan, en Nueva Holanda, medios de subsistencia y de producción por un importe de 50.000. El señor Peel era tan previsor que trasladó además 3.000 personas pertenecientes a la clase obrera: hombres, mujeres y niños. Una vez que hubieron arribado al lugar de destino, sin embargo, "el señor Peel se quedó sin un sirviente que le tendiera la cama o que le trajera agua del río". ¡Infortunado señor Peel, que todo lo había previsto, menos la exportación de las relaciones de producción inglesas al río Swan!"

Karl Marx capítulo XXV de "El Capital" La Teoría Moderna de la Colonización

No hay comentarios: