sábado, 28 de febrero de 2009

Primera Declaración de la Selva Lacandona. Comandancia General del EZLN, año de 1993.

(Este documento fue leído por el comandante Felipe desde el balcón del Palacio Municipal de San Cristóbal de las Casas, el 1 de Enero de 1994. La toma por las armas de esta localidad y de otras siete cabeceras municipales supuso la irrupción del EZLN al panorama político de Mexico)


HOY DECIMOS ¡BASTA!

Al pueblo de México:
Hermanos mexicanos:

Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin inmortales que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos.

Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias. Son los mismos que se opusieron a Hidalgo y a Morelos, los que traicionaron a Vicente Guerrero, son los mismos que vendieron más de la mitad de nuestro suelo al extranjero invasor, son los mismos que trajeron un príncipe europeo a gobernarnos, son los mismos que formaron la dictadura de los científicos porfiristas, son los mismos que se opusieron a la Expropiación Petrolera, son los mismos que masacraron a los trabajadores ferrocarrileros en 1958 y a los estudiantes en 1968, son los mismos que hoy nos quitan todo, absolutamente todo.
Para evitarlo y como nuestra última esperanza, después de haber intentado todo por poner en práctica la legalidad basada en nuestra Carta Magna, recurrimos a ella, nuestra Constitución, para aplicar el Artículo 39 Constitucional que a la letra dice:

«La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo el poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.»
Por tanto, en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari.

Conforme a esta Declaración de guerra pedimos a los otros Poderes de la Nación se aboquen a restaurar la legalidad y la estabilidad de la Nación deponiendo al dictador.


También pedimos a los organismos Internacionales y a la Cruz Roja Internacional que vigilen y regulen los combates que nuestras fuerzas libran protegiendo a la población civil, pues nosotros declaramos ahora y siempre que estamos sujetos a lo estipulado por la Leyes sobre la Guerra de la Convención de Ginebra, formando el EZLN como fuerza beligerante de nuestra lucha de liberación. Tenemos al pueblo mexicano de nuestra parte, tenemos Patria y la Bandera tricolor es amada y respetada por los combatientes INSURGENTES, utilizamos los colores rojo y negro en nuestro uniforme, símbolos del pueblo trabajador en sus luchas de huelga, nuestra bandera lleva las letras «EZLN», EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, y con ella iremos a los combates siempre.

Rechazamos de antemano cualquier intento de desvirtuar la justa causa de nuestra lucha acusándola de narcotráfico, narcoguerrilla, bandidaje u otro calificativo que puedan usar nuestros enemigos. Nuestra lucha se apega al derecho constitucional y es abanderada por la justicia y la igualdad.

Por los tanto, y conforme a esta Declaración de guerra, damos a nuestras fuerzas militares del Ejército Zapatista de Liberación Nacional las siguientes órdenes:

Primero. Avanzar hacia la capital del país venciendo al ejército federal mexicano, protegiendo en su avance liberador a la población civil y permitiendo a los pueblos liberados elegir, libre y democráticamente, a sus propias autoridades administrativas.

Segundo. Respetar la vida de los prisioneros y entregar a los heridos a la Cruz Roja Internacional para su atención médica.

Tercero. Iniciar juicios sumarios contra los soldados del ejército federal mexicano y la policía política que hayan recibido cursos y que hayan sido asesorados, entrenados, o pagados por extranjeros, sea dentro de nuestra nación o fuera de ella, acusados de traición a la Patria, y contra todos aquellos que repriman y maltraten a la población civil y roben o atenten contra los bienes del pueblo.

Cuarto. Formar nuevas filas con todos aquellos mexicanos que manifiesten sumarse a nuestra justa lucha, incluidos aquellos que, siendo soldados enemigos, se entreguen sin combatir a nuestras fuerzas y juren responder a las órdenes de esta Comandancia General del EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.

Quinto. Pedir la rendición incondicional de los cuarteles enemigos antes de entablar los combates.

Sexto. Suspender el saqueo de nuestras riquezas naturales en los lugares controlados por el EZLN.


PUEBLO DE MÉXICO: Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático.

INTÉGRATE A LA FUERZAS INSURGENTES
DEL EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL

Comandancia General del EZLN
Año de 1993

"La guerrila de la memoria" de Javier Corcuera, 2001.

El documento deja constancia de la guerrila antifranquista en la Península Ibérica acabada la Guerra Civil.



lunes, 23 de febrero de 2009

Los Provos holandeses en la década de los 60.

No es ningún secreto que Holanda tiene las mayores leyes liberales sobre drogas, especialmente cuando nos referimos al cannabis. De lo que quizás la gente no se de cuenta, no obstante, es de que estas leyes se promulgaron gracias al esfuerzo de los Provos holandeses. Los Provos establecieron el marco para la creación de los Merry Pranksters, Diggers y Yippies. Fueron los primeros en combinar la no-violencia y el humor absurdo para generar un cambio social. Crearon los primeros “Happenings” y “Be-Ins”. También fueron los primeros en hacer campaña activamente contra la prohibición de la marihuana. Aun así, continúan siendo relativamente desconocidos fuera de Holanda. Ahora, por primera vez, se cuenta su verdadera historia.
Todo empezó con los Nozems. Surgiendo del boom económico de posguerra, los Nozems eran adolescentes holandeses descontentos armados con el poder adquisitivo de un consumidor. En parte Mods, en parte jóvenes delincuentes de los 50, pasaban la mayor parte del tiempo paseando por las calles con sus ciclomotores, bastante aburridos y sin saber que hacer. ¿Su pasatiempo favorito? Meterse en líos y provocar a la policía.


El término “Provo”, en realidad, fue acuñado por primera vez por el sociólogo holandes Buikhuizen en una condescendiente descripción de los Nozems. Roel Van Duyn, un estudiante de filosofía de la Universidad de Ámsterdam, fue el primero en reconocer el durmiente potencial de los Nozems. “Es nuestra tarea convertir su agresividad en conciencia revolucionaria” escribió en 1965.
Inspirado por el anarquismo, el dadaísmo, el filósofo alemán (y futuro gurú de la contracultura) Herbert Marcuse y el Marques de Sade. Van Duyn, un tímido e introvertido intelectual, pronto se convirtió en la mayor fuerza detrás de la revista Provo. Pero mientras Van Duyn dominaba la rama teórica de los Provos, otro elemento más importante era proporcionado, incluso antes, por su otro co-fundador, Robert Jasper Grootveld, un antiguo limpiador de ventanas y el primer príncipe de los payasos de la cultura popular.
Más interesado en la magia que en Marx, Grootveld era un artista extrovertido con un don para los gestos teatrales. Al principio de la década de los 60, atrajo a enormes multitudes en Ámsterdam con “Happenings” exhibicionistas. En el centro de la filosofía de Grootveld estaba la creencia de que a las masas les habían lavado el cerebro hasta convertirlos en un rebaño de adictos consumidores, la “despreciable gente de plástico”. Según Grootveld, eran necesarios nuevos rituales para despertar a estos complacientes consumidores. Mientras los escritos de Van Duyn hacían un llamamiento al público culto, Grootveld encontró a sus seguidores entre los gamberros de la calle.
El fenómeno Provo fue consecuencia de la alienación y de lo absurdo de la vida al comienzo de los años 60. Fue algo irresistiblemente atractivo para la juventud holandesa y dio la impresión de haberse propagado alrededor del mundo. Sin embargo, en solo unos pocos años desapareció, asfixiado por su propio éxito.
“Cada fin de semana en 1962, le hacía una visita a un oficial de policía llamado Houweling,” explica Grootveld “Durante estas visitas, solía vestirme como un indio americano. Siempre teníamos unas conversaciones muy amistosas sobre marihuana. Houweling no tenía ni idea sobre ella, de modo que podía contarle todo lo que quisiese”.


De esta manera empezaba el “Marihuettegame”, un juego de desinformación al que jugaban Grootveld y sus amigos. La idea era demostrar la completa ignorancia de la clase dirigente sobre el cannabis. Los jugadores tenían que pasárselo bien, ridiculizar a la policía y, por supuesto, fumar hierba. Pero aparte de eso, no había reglas. Todo lo que se pareciese remotamente a la marihuana se le llamaba “marihu”: te, heno, comida para gatos, especies o incluso hierbas. Los puntos de bonificación se acumulaban cuando un fumador conseguía colocarse al consumir una sustancia legal. Los jugadores habitualmente llamaban ellos mismos a la policía. Una redada de uniformados adictos a la nicotina, buscando algo que no existe, era considerado el premio gordo.
“Un día, el grupo al completo, fuimos a Bélgica en Bus” dice Grootveld. “Por supuesto, informe a mi amigo Houweling de que algunos elementos podían llevar algo de hierba encima. En la frontera, la policía y los agentes de aduanas estaban esperándonos. Seguidos por la prensa, nos llevaron para registrarnos minuciosamente. Los pobres policías... todo lo que pudieron encontrar fue comida de gatos y algunas hierbas legales. “La marihuana es comida para perros” bromearon los periódicos al día siguiente. Después de aquello, los policías decidieron abstenerse de fastidiarnos en el futuro, por miedo a cometer mas meteduras de pata”.
El año siguiente, Grootveld y el artista Fred Wessell abrieron la tienda “Afrikaanse Druk Stoor”, donde vendían marihuana real y de mentira.
El juego de marihuette se convirtió en el modelo para las futuras tácticas de los Provos. Sorprendentemente, los juegos demostraron ser una forma efectiva de hacer añicos la personalidad engreída y la rectitud de los autoritarios.
La policía normalmente actuaría de forma exagerada, haciéndose ver ridículos a sí mismos durante el proceso. Había, también, una seriedad subyacente en el método. El objetivo final era cambiar la sociedad a mejor.


A finales de los años 50, Grootveld era ya conocido como un tipo de artista de performance. Su inspiración, como él reclamaba, tuvo su origen en una peregrinación a Africa, donde adquirió un misterioso botiquín de medicinas que antes pertenecía a un chamán. De alguna manera, el botiquín ayudó a Grootveld a formular una crítica a la sociedad occidental, la cual, llegó a creer, estaba dominada por adicciones insanas. Una corta estancia en un hospital hizo convencer pronto a Grootveld de que una de las peores era el consumo de cigarrillos, “todos aquellos pacientes adultos, mendigando y rezando por un cigarrillo fue una visión repugnante” recuerda. (Aun después de haberlo comprendido, Grootveld continuó siendo un fumador empedernido.)
Fumar, según Grootveld, era un culto irracional, un ritual sin sentido al que la industria tabacalera forzaba a la sociedad con el único propósito de sacar beneficios. Los jefes de la “Nico-Mafia” eran los mayores sacerdotes del “culto al cigarrillo”; Los spots publicitarios eran sus tótems. Las agencias de publicidad eran poderosos brujos, conjurando hechizos mágicos sobre el público hipnotizado. Al fondo de la pila permanecían los adictos consumidores, dando sus vidas a través del cáncer al gran “Nico-señor”.
Grootveld comenzó una ofensiva individual contra la industria tabacalera. Lo primero que hizo, fue garabatear la palabra “cáncer” en alquitrán negro en cada estanco de la ciudad. Por esto, fue arrestado y enviado a prisión.
Tras su puesta en libertad, Grootveld empezó a ir a las tiendas de tabaco armado con un trapo empapado en cloroformo. “Extendía ese terrible hedor a hospital a mi alrededor”, dice. “Preguntaba si podía hacer una llamada y me pasaba horas al teléfono, gritando, tosiendo y jadeando, hablando a cerca de hospitales y cáncer, asustando a todos los clientes”.
Klass Kroese, un rico y excéntrico dueño de un restaurante, decidió apoyar a Grootveld en su cruzada anti-tabaco. Le proporcionó un estudio, al cual Grootveld apodó “El templo anti-tabaco”. Declarándose a sí mismo como “el primer hechicero anti-tabaco”, Grootveld convocó cada semana misas negras con funciones de invitados como el poeta Johnny The Selfkicker, el escritor Simon Vinkenoog y otros artistas underground locales.
Pero Grootveld pronto se desilusionó por la poca cobertura que las funciones recibieron en los medios, echándole toda la culpa a la “Nico-Mafia”, los cuales controlaban la prensa. Decidió hacer algo realmente sensacional. Después de un discurso apasionado y cantar el “Ugge Ugge”, la canción oficial anti-tabaco, Grootveld prendió fuego al templo anti-tabaco, en frente de un desconcertado grupo de bohemios, artistas y periodistas. Al principio todo el mundo pensaba que se trataba de una broma, pero cuando Grootveld empezó a rociar de gasolina toda la sala, la audiencia huyó a un lugar seguro. Grootveld estuvo peligrosamente cerca de haberse freído, salvado solamente por el empeño que puso la policía en rescatarlo. Aunque la cruzada sólo había comenzado, el incendio le costó el apoyo de Kroese, su primer patrocinador.


En 1964, Grootveld traslado sus misas negras, ahora conocidas como “happenings”, a la cercana Spui Square. En el centro de la plaza había una pequeña estatua de un niño, “Het Lievertje”. Por coincidencia, la estatua había sido encargada por una importante empresa tabacalera. Para Grootveld, esta pequeña evidencia probaba la insidiosa infiltración de los sindicatos de la nico-droga. Todos los sábados, exactamente a medianoche, Grootveld comenzó a aparecer por la plaza, vistiendo un extraño conjunto y actuando para una regular y cada vez mayor audiencia de Nozems, intelectuales, curiosos viandantes y policías.
El escritor Harry Mulisch lo describió de esta manera: “Mientras sus padres, sentados en sus refrigeradores y lavaplatos, estaban mirando la televisión con su ojo izquierdo, con el derecho su coche aparcado en frente de casa, en una mano la batidora de la cocina y en la otra De Telegraaf, sus chicos iban el sábado noche a Spui Square… y cuando el reloj marcaba las doce, el sumo sacerdote hacía aparición, disfrazado, desde algún callejón y empezaba a caminar en círculos mágicos alrededor del demonio nicotinoso, mientras sus discípulos brindaban, aplaudían y cantaban la canción del “Ugge ugge””.
Una noche en mayo de 1965, Van Duyn apareció en uno de los Happenings y comenzó a distribuir folletos que anunciaban el nacimiento del movimiento Provo. “La elección Provo se encuentra entre la resistencia desesperada y el deterioro apático” escribió Van Duyn. “Provo se da cuenta de que finalmente será el perdedor, pero no dejará pasar esta ultima oportunidad de molestar y provocar profundamente a esta sociedad…”
Grootveld leyó el primer manifiesto Provo y decidió colaborar con sus editores. “Cuando leí la palabra anarquismo en aquel primer panfleto, me di cuenta que esa anticuada ideología del siglo diecinueve se iba a convertir en lo más ardiente de los sesenta” recuerda.
A los folletos les siguieron panfletos más elaborados anunciando la creación de los planes blancos. Constant Nieuwenhuis, otro artista, jugó un papel importante en el desarrollo de la filosofía blanca, que consideraba al trabajo (especialmente al rutinario trabajo de fábrica) como algo obsoleto. La renuncia al trabajo de los Provos apelaba a los Nozems – y marcaba una importante ruptura con el capitalismo, el comunismo y el socialismo, que apreciaban el trabajo como algo valioso por sí mismo. Los Provos, sin embargo, simpatizaban más con el hijo anarquista de Marx, Paul Lafargue, autor de “El derecho a la pereza”.


El más famoso de los planes blancos fue el Plan Blanco de las bicicletas, previsto como la última solución al “tráfico terrorista de una minoría motorizada”. Inventado por el diseñador industrial Luud Schimmelpenninck, este plan proponía expulsar a los coches, nocivos para el medio ambiente, del interior de la ciudad, para ser remplazados por bicicletas. Por supuesto, las bicicletas serían proporcionadas gratuitamente. Estarían pintadas de blanco y se mantendrían permanentemente accesibles, para asegurar su disponibilidad al público. Schimmelpenninck calculó que, incluso desde un estricto punto de vista económico, el plan iba a proporcionar grandes beneficios para Ámsterdam.
Los Provos decidieron poner en acción el plan proporcionando las primeras cincuenta bicicletas. Pero la policía inmediatamente las acabó confiscando, alegando que habían hecho una invitación al robo. Los provos se vengaron robando unas cuantas bicicletas de la policía.
El Plan Blanco de las victimas establecía que cualquiera que causase un accidente mortal de automóvil debería ser forzado a pintar el perfil del cuerpo de la víctima en la acera donde se hubiese producido el accidente. De esta manera, nadie podría ignorar las muertes que causaban los coches.
Otros planes blancos incluían el Plan Blanco de las chimeneas (Poner un fuerte impuesto a las más contaminantes y pintarlas de blanco), el Plan Blanco de los críos (guarderías gratis), El Plan Blanco de las viviendas (poner fin a la especulación inmobiliaria) y el Plan Blanco de las mujeres (atención médica gratuita para las mujeres).
Algunos planes blancos eran elaborados minuciosamente, otros surgían de instantes de inspiración. “Parecía que proponer un Plan Blanco era casi un examen necesario para convertirse en un Provo”, dice Grootveld. El más divertido de todos era el Plan Blanco de los pollos, propuesto por un subcomité llamado Amigos de la Policía. Después de que la policía comenzase a reaccionar incrementando la violencia contra las manifestaciones de los Provos, estos intentaron alterar la imagen de los policías, que eran conocidos como los “pollos azules”. Los nuevos pollos blancos iban a ir desarmados, dando vueltas en bicicletas blancas, ofreciendo primeros auxilios, pollo frito y anticonceptivos gratis.
La policía fracasó al apreciar esta propuesta. En una manifestación confiscaron una docena de pollos blancos que habían sido colocados para crear un efecto simbólico.
Las teorías de Van Duyn sobre la vida moderna eran bastante similares a las de Grootveld: los trabajadores y la clase dirigente se habían fundido en una grande y gris clase media. Esta aburrida burguesía estaba viviendo en un estado catatónico, su creatividad fue hecha polvo por la televisión. “Es imposible tener la menor confianza en esa dependencia, el servil grupo de cucarachas y los piojos “, concluye Van Duyn.
La única solución a este problema se encontraba en los Nozems, artistas, marginados, los chicos de la calle y los beatniks, los cuales compartían su no-participación en la sociedad capitalista. Era tarea de los Provos despertar su latente instinto para la subversión, para convertirlo en acción anarquista.
Como más tarde se aclaró, los Provos no iluminaron realmente a las multitudes de la calle, aunque ofrecieron la oportunidad, tanto a intelectuales como a vándalos, de expresar sus sentimientos de frustración y rabia.
Los escritos de Van Duyn combinaban una mezcla a partes iguales de pesimismo e idealismo. Demasiado realista para esperar una revolución total, tendió a seguir una estrategia más pragmática y reformista. Finalmente defendió participar en las elecciones municipales de Ámsterdam. Otros Provos denunciaron esto como una vergonzosa traición de los ideales anarquistas.


Un panfleto de los Provos impactó en los kioscos plegado entre las páginas de “De Telegraaf”, el periódico de mayor tirada de Ámsterdam. El perpetrador de esta acción, Olaf Stop, fue inmediatamente despedido del kiosco del aeropuerto donde trabajaba. Ningún problema grave para un Provo. Era importante demostrar desdén por las profesiones en general.
Cuando el siguiente folleto, Provokaatsie #3, fue publicado despertó indignación por toda Holanda al aludir al pasado nazi de algunos miembros de la Casa Real, una institución sagrada para la sociedad holandesa. Los Provos lanzaron el panfleto a la barcaza real mientras recorría los canales de Ámsterdam. Provokaatsie #3 fue el primero de una serie de publicaciones que fueron inmediatamente confiscadas por la policía. La excusa oficial fue que los Provos habían utilizado unas ilustraciones sin permiso. Le siguió un juicio y Van Duyn fue señalado como responsable. Pero en vez de aparecer en el tribunal, Van Duyn envió una nota que decía que era “…simplemente imposible mantener una sola responsabilidad individual. Provo es el producto de una siempre cambiante, anónima pandilla de elementos subversivos… Provo no reconoce los derechos de autor, ya que es precisamente otra forma de propiedad privada a la que renunciamos… Sospechamos que esto es una forma indirecta de censura ya que el Estado es demasiado cobarde para denunciarnos de forma clara por “alta traición” (delito por violar la dignidad del soberano)… A propósito, nuestros corazones están llenos de desprecio general hacia las autoridades y hacia cualquiera que se someta a ellas…”.
En julio de 1965, aparece el primer número de la revista “Provo”. “Fue bastante escandaloso para la clase dirigente”, recuerda Grootveld. “Se dieron cuenta de que no éramos simple escoria estúpida sino que éramos totalmente capaces de establecer una especie de organización”.
El primer número contenía recetas caducadas del siglo diecinueve para bombas, explosivos y bombas trampa. Los petardos que se incluían en la revista fueron la excusa que dio la policía para poder confiscar la revista. Arrestados con cargos de incitación a la violencia, los editores Van Duyn, Stoop, Hans Metz y Jaap Berk fueron puestos en libertad unos pocos días después.
En realidad Los Provos tenían una actitud ambivalente hacia la policía, viéndolos como elementos esenciales, no-creativos, para que un Happening tuviese éxito. Grootveld los llamaba los “Co-Happeners”. “Por supuesto, es obvio que los policías eran nuestros mejores compinches”, escribió Van Duyn. “Cuanto mejor fuese su número, cuanto más grosera y fascista fuese su actuación, mejor para nosotros. La policía, igual que hacemos nosotros, se dedica a provocar a las masas… Causan resentimiento. Nosotros intentamos convertir ese resentimiento en revuelta”.
Durante julio de 1965, los Provos se convirtieron en la noticia principal de toda la nación, en su mayor parte debido a la reacción desmesurada de la administración de la ciudad, los cuales trataron al movimiento como una crisis seria. Aunque solamente un puñado de Provos existió realmente, debido a la manipulación de los medios parecía como si hubiese miles de ellos recorriendo las calles. “Éramos como Atlas sosteniendo una imagen que había sido inflada en enormes proporciones” recuerda Van Duyn.
En los primeros Happenings, la policía solía responder deteniendo a Grootveld, lo que no era un gran problema. Grootveld era considerado un inofensivo excéntrico y siempre lo trataban con respeto. En privado, se las arreglaba bastante bien con la policía. “Me daban café y me enseñaban fotografías de sus hijos”, dice. Y Grootveld todavía sentía gratitud hacia la policía por haberlo rescatado de su templo en llamas.
De cualquier manera, los problemas empezaron a finales de julio. Unos días antes, el Plan Blanco de las bicicletas había sido comunicado a la prensa. La policía estaba presente, pero no intervino. El sábado siguiente, en un happening anti-coches, no obstante, la policía se presentó en un gran número. Tan pronto como se dio lugar a alguna escaramuza, la policía trato de disolver a la multitud.
La siguiente semana, después de una cobertura sensacionalista de la prensa, una enorme multitud se congrego en Spui Square. De nuevo la policía trato de disolver a las masas, pero esta vez se desataron unos serios enfrentamientos, con el resultado de siete detenidos. Al día siguiente los titulares de “De Telegraaf” chillaban “¡Los Provos están atacando!”. De pronto, los Provos eran la calamidad nacional.
En agosto de 1965, algunos Provos se reunieron con la policía para tratar las intervenciones violentas en los happenings. “Desde que Ámsterdam es el Centro Mágico,es de gran importancia cultural que los happenings no sean interrumpidos!” Declaraban los Provos en una carta al comandante de la policía. Desafortunadamente, las conversaciones no produjeron ningún resultado. “Nos miramos fijamente entre nosotros con incredulidad como si fuésemos animales exóticos”, dice Van Duyn.
Esa misma noche, la policía rodeó la pequeña estatua de Spui Square, según recuerda Rob Stolk “como si estuviese hecha de diamantes y el Dr. No o James Bond quisiesen robarla”.
Alrededor de dos mil espectadores estaban presentes, todos esperando a que sucediese algo. Exactamente a las doce de la noche hicieron aparición, no Grootveld, pero si otros dos Provos. Cuando empezaron a lanzar flores a la estatua de Het Lievertje, la audiencia comenzó a animarse. La policía los arrestó al momento, después de lo cual estallaron los disturbios. Hubo trece detenidos, de los que cuatro de ellos no tenían nada que ver con los Provos, pero sucedió que estaban merodeando la plaza en aquel momento. Todos ellos pasaron entre uno y dos meses en prisión.
En septiembre de 1965, los Provos centraron sus acciones en otra estatua, el monumento a Van Heutsz. Aunque Van Heutsz era considerado por la mayoría de holandeses como un gran héroe de su pasado colonial, los Provos lo tildaron de imperialista carroñero y criminal de guerra. La semana siguiente fueron organizadas las primeras concentraciones contra la guerra de Vietnam por estudiantes izquierdistas que lentamente se estaban uniendo a los Provos. “Nuestras protestas contra la guerra de Vietnam eran desde un punto de vista humanista”, recuerda Stolk. “Criticábamos las crueles masacres pero no nos identificábamos con el Vietcong como Jane Fonda. Eso explica porque nosotros luego no acabamos haciendo videos de aeróbic”.
Aunque los happenings en Spy Square se siguieron celebrando, las manifestaciones de Vietnam pasaron a ser el acontecimiento más importante de 1965. Cada semana se producían cientos de arrestos. Mientras tanto, el virus de los Provos se extendía por toda Holanda. Cada respetable ciudad de provincia presumía de tener su marca local de Provos, todos con su propia revista y estatuas alrededor donde escenificar los happenings.
Al final del año el gobierno cambiaba sus tácticas. En vez de intervenciones violentas de la policía, intentaron manejar a los Provos. Sacaron a la luz sus leyes obsoletas y las pusieron en su contra. Pero cuando, en base a esto, se rechazó un permiso para una manifestación, los Provos se presentaron con una pancarta en blanco y distribuyendo panfletos sin nada escrito. Los siguieron arrestando. El Provo Koosje Koster fue detenido por repartir uvas pasas en un happening de Spui Square. ¿La razón oficial? Poner en serio peligro la seguridad y el orden público.
La opinión pública sobre los Provos comenzó a polarizarse cada vez más. Aunque muchos estaban a favor incluso de medidas más duras contra los agitadores, un creciente segmento del público simpatizaba con los provos y empezaba a tener serias dudas sobre las reacciones desmedidas de la policía.
La monarquía se convirtió, para los provos, en el máximo símbolo de la clase dirigente que debían atacar. Las ceremonias reales ofrecían un amplio abanico de oportunidades para la sátira. Durante el "Día de la princesa", cuando la reina estaba pronunciando su discurso anual, los Provos hicieron un discurso falso donde la reina declaraba que se había hecho anarquista y que estaba negociando una transición de poder con ellos. El provo Hans Tuynman invitó a la reina a mantener una íntima conversación en frente del palacio, donde él y algunos otros provos habían reunido unas cómodas sillas. Aunque la reina no apareció, la policía si lo hizo y rápidamente disolvió el happening.
El clímax de estas actividades anti monárquicas llego en marzo de 1966, cuando la princesa Beatrix se caso con un alemán, Claus Von Amsberg, un antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend). Por coincidencia, Grootveld estuvo haciendo performances basadas en "La llegada de Klaas", un mesías mítico. Sinterklaas, la versión holandesa de Santa Claus, y Klaas Kroese, el antiguo patrocinador de Grootveld le sirvieron de inspiración, pero cerca de marzo, los Provos identificaron la llegada de Klaas con la de Van Amsberg.
"Grootveld protesto por esta corrupción de su simbólica mitología de Klaas" recuerda Jef Lambrecht. "Quería mantener a Klaas como algo puro e indefinido, pero el vinculo se estableció pronto".
Los Provos pasaron meses preparándose para la boda de marzo. Se había abierto una cuenta en un banco para recolectar donaciones para un regalo anti-boda. El Plan Blanco de los rumores se había puesto en acción. Salvajes y ridículos rumores se habían extendido de un lado a otro de Ámsterdam. Se creyó ampliamente que los Provos estaban preparándose para echar LSD en el suministro de agua de la ciudad, que estaban construyendo una pistola de pintura gigante para atacar el desfile de la boda, que estaban acumulando estiércol para expandir por toda la ruta del desfile, y que los caballos reales iban a ser drogados. Aunque los Provos en realidad no estaban preparando nada más que unas pocas bombas de humo, la policía se esperaba los peores e inimaginables actos de terrorismo. Las revistas extranjeras ofrecieron altas cantidades de dinero a los Provos si revelaban sus planes secretos antes de la boda, unos planes que no existían.
Unos pocos días antes de la boda, todos los Provos desaparecieron misteriosamente. Hicieron esto simplemente para evitar ser arrestados antes del gran día. Mientras tanto, las autoridades solicitaron 25.000 tropas para ayudar a vigilar la ruta del desfile.


En el día de la boda, Ámsterdam - la ciudad más anti-alemana y anti-monárquica de todo el país - no estaba de humor para grandes festejos. La mitad del consejo municipal ignoró la recepción oficial de la boda. Un periodista extranjero lo expuso de esta manera: “La ausencia de ninguna ventana decorada, de ningún adorno festivo, es solo otra expresión de la indiferencia del público”.
Milagrosamente, al ir vestidos como ciudadanos respetables, los Provos se las apañaron para pasar a escondidas sus bombas de humo delante de la guardia de policías y soldados. “La noche anterior, los policías cometieron una terrible metedura de pata al registrar violentamente a un inocente señor mayor que llevaba una sospechosa mochila de cuero. Así que los idiotas recibieron órdenes de no registrar ninguna mochila de cuero más, ¡temiendo una jugarreta de los Provos!” dice Appie Pruis, un fotógrafo. Las primeras bombas se lanzaron justo al lado del palacio cuando empezó la procesión. Aunque las bombas no eran realmente peligrosas (estaban hechas de azúcar y nitrato), provocaron unas tremendas nubles de humo, que fueron vistas por las televisiones de todo el mundo. “Fue una disparatada acumulación de errores insensatos. La mayoría de los policías habían sido traídos del campo, de modo que eran totalmente incapaces de identificar a los Provos”. Se produjo, a continuación, una violenta reacción policial, de la que fueron testigos los periodistas extranjeros, muchos de los cuales fueron aporreados y golpeados durante la confusión. La boda se convirtió en un desastre para las relaciones públicas. “Las manifestaciones de los Provos son las respuestas del resentimiento de Ámsterdam al folclore monárquico”, comentaba un periódico español.
La semana siguiente a la boda, una exhibición fotográfica documentaba la violencia policial. Los invitados a la exposición fueron atacados por la policía y golpeados con severidad. La indignación pública contra la policía alcanzó nuevas cumbres. Muchos conocidos escritores e intelectuales solicitaron una investigación independiente sobre el comportamiento de la policía.
En junio, después de que un hombre fuese asesinado durante un conflicto laboral, parecía como si una guerra civil estuviese a punto de estallar. Según “De Telegraaf”, la victima no fue asesinada por la policía sino por otro compañero de trabajo, una escandalosa mentira. Una multitud furiosa irrumpió en las oficinas del periódico. Por primera vez, el proletariado y los Provos estaban luchando en el mismo bando.


A mediados de 1966, la represión estaba fuera de control. Cientos de personas estaban siendo detenidas cada semana en happenings y en concentraciones contra la guerra de Vietnam. La prohibición de las manifestaciones hizo que estas se hicieran incluso más grandes. Hans Tuynman se había convertido en un mártir al haber sido sentenciado a tres meses de cárcel por murmurar la palabra “imagen” en un happening. Alrededor de aquella época, un colaborador holandés de los nazis, un criminal de guerra responsable de la deportación de judíos, había sido puesto en libertad y un miembro de una fraternidad estudiantil recibió solo una pequeña multa por homicidio.
Finalmente, en agosto de 1966, se estableció un comité perteneciente al congreso para investigar la crisis. Las conclusiones del comité tuvieron como resultado la destitución del comisario de policía. En mayo de 1967, el alcalde de Ámsterdam, Van Hall, fue “honorablemente” cesado, después de que el comité hubiese condenado sus políticas. De una manera lo suficientemente extraña, los Provos, que habían exigido la dimisión del alcalde desde haría más de un año, liquidaron en una semana su destitución.
La razón de la desaparición de los Provos, la cual fue totalmente inesperada para los forasteros, fue debido a la creciente aceptación de elementos moderados, y a la creciente confusión dentro de sus filas. Tan pronto como los Provos comenzaron a participar en las elecciones municipales se produjo una transformación. Emergió un politburó provo, que consistía en que los Provos VIP se dedicaban a dar todo de sí mismos por sus carreras políticas: Provos haciendo giras por el país, haciendo lecturas y concediendo entrevistas. Cuando los Provos VIP estaban fuera de la ciudad asistiendo a un congreso provo, Stolk protagonizó un falso golpe de estado al palacio anunciando que un nuevo Consejo Terrorista Revolucionario había tomado el poder. Van Duyn reaccionó furiosamente, no comprendiendo que era una provocación hacia los mismos Provos. Cuando el monumento de Van Heutsz fue deteriorado con bombas, los Provos declararon que “aunque sentían simpatía por la causa, ellos deploraban profundamente el uso de la violencia”. La división entre los Provos de la calle y los VIP reformistas comenzaba a crecer. Algunos Provos volvieron a sus estudios, otros se hicieron hippies y se apartaron del movimiento.
Provo fue un gran éxito siempre y cuando estuvo considerado como algo fuera de la sociedad. Pero tan pronto como el sistema comenzó a asimilarlo, el fin estaba próximo. Los liberales moderados comenzaron a defenderlos públicamente y los sociólogos comenzaron a estudiar el movimiento. El antiguo ministro de transportes unió fuerzas con los Provos “como un verdadero adepto, debería haber propuesto la persecución de los Provos”, dijo más tarde Van Duyn.
La propuesta de los Provos de crear un parque para los niños era acogida en esos momentos con gran entusiasmo por el ayuntamiento de la ciudad. El verdadero signo de la institucionalización de los Provos, sin embargo, fue la instalación de un “rincón del orador” en el parque.


Van Duyn alentaba este desarrollo, pero Stolk lo veía como una forma de tolerancia represiva - los Provos ahora eran libres, libres para ser ignorados. “Políticos comprensivos, Provologistas buen rollistas y reverendos mimados, estaban formando un círculo contra-mágico alrededor nuestro para arrebatarnos los poderes mágicos”, dice Stolk. Así que Grootveld y Stolk decidieron liquidar Provo. “El espíritu y el poder se habían desvanecido” dice Grootveld. “Provo se había convertido en un grupo dogmático. Había degenerado hacia un sello legal de aprobación”.
En la reunión de liquidación, Stolk dijo “Provo tiene que desaparecer porque todos los Grandes Hombres que nos crearon se han marchado” en referencia a los dos archienemigos de los Provos, el alcalde y el comisario de policía.
Los Provos se guardaron un último truco en la manga. Se extendió un rumor blanco que decía que las universidades americanas querían comprar los archivos y documentos de los Provos, que realmente nunca habían existido. La Universidad de Ámsterdam, temiendo que aquellos tesoros sociológicos pudiesen desaparecer en el extranjero, les hizo una oferta que los Provos no pudieron rechazar.

Texto escrito por Teun Voeten para la revista Hught Times en 1990 extraído del blog Translate the Revolt

domingo, 22 de febrero de 2009

Neurosis

Neurosis "The Tide", de su disco A sun that never sets, 2001. ¡Desgarradores!



jueves, 19 de febrero de 2009

Crítica de la razón política. Karl Marx.

El Estado no encontrará nunca la causa de las dolencias sociales en el "Estado y la organización social", tal y como lo exige el prusiano de su rey. Allí donde existen partidos políticos, cada uno encuentra la razón de todos los males en el hecho de que es su adversario y no él quien se encuentra al timón del Estado. Incluso los políticos radicales y revolucionarios buscan la causa del mal no en la esencia del Estado sino en una forma concreta de Estado, que es lo que quieren sustituir por otra forma.
Desde el punto de vista político el Estado y la organización de la sociedad no son dos cosas distintas. El Estado es la organización de la sociedad. Allí donde el Estado confiesa la existencia de abusos sociales, los busca o bien en leyes naturales, irremediables con las fuerzas humanas, o en la vida privada, independiente de él, o en disfuncionalidades de la administración, que depende de él. Así Inglaterra tiene la miseria por basarse en la ley natural según la cual la población siempre tiene que crecer más deprisa que los medios de producción. Por otra parte explica el pauperismo con la mala voluntad de los pobres, lo mismo que el rey de Prusia recurre para ello a la falta de sentimientos cristianos entre los ricos y la Convención a la sospechosa actitud contrarrevolucionaria de los propietarios. En consecuencia Inglaterra castiga a los pobres, el rey de Prusia amonesta a los ricos y la Convención guillotina a los propietarios.
Finalmente todos los Estados buscan la causa en fallos accidentales o intencionados de la administración, de suerte que el remedio consistirá en corregir la administración. ¿Por qué? Precisamente porque la administración es la actividad organizadora del Estado.
La contradicción entre el carácter y la buena voluntad de la administración por una parte y sus medios y su capacidad por la otra no puede ser superada por el Estado, sin que éste se supere a sí mismo ya que se basa en esta contradicción. El Estado se basa en la contradicción entre la vida pública y privada, entre los intereses generales y especiales. Por tanto la administración tiene que limitarse a una actividad formal y negativa, toda vez que su poder acaba donde comienzan la vida burguesa y su trabajo. Más aún, frente a las consecuencias que brotan de la naturaleza antisocial de esta vida burguesa, de esta propiedad privada, de este comercio, de esta industria, de este mutuo saqueo de los diversos sectores burgueses, la impotencia es la ley natural de la administración. Y es que este desgarramiento, esta vileza, este esclavismo de la sociedad burguesa es el fundamento natural en que se basa el Estado moderno, lo mismo que la sociedad burguesa del esclavismo fue el fundamento natural en que se apoyaba el Estado antiguo. La existencia del Estado y de la esclavitud son inseparables. El Estado antiguo y la esclavitud antigua -contraste clásico y sin tapujos- no se hallaban soldados entre sí más íntimamente que el moderno Estado y el moderno mundo del lucro -hipócrita contraste cristiano-. Si el Estado moderno quisiese acabar con la impotencia de su administración, tendría que acabar con la actual vida privada. Y de querer acabar con la vida privada, tendría que cabar consigo mismo, ya que sólo existe por oposición a ella. Pero no hay un ser vivo que crea fundados los defectos de su existencia en su principio vital, en la esencia de su vida, sino en circunstancias que le son extrínsecas. El suicidio es antinatural. Por tanto el Estado no puede creer en la impotencia interna de su administración, o sea de sí mismo. Lo único de que es capaz es de reconocer defectos formales, accidentales y tratar de remediarlos. ¿Que estas modificaciones no solucionan nada? Entonces la dolencia social es una imperfección natural, independiente del hombre, una ley divina; o la voluntad de la gente privada se halla demasiado pervertida como para corresponder a las buenas intenciones de la administración, ¡y cómo lo tergiversan todo!: se quejan del gobierno en cuanto limita la libertad y exigen de él que impida sus inevitables consecuencias.
Cuanto más poderoso es el Estado y por tanto más político es un país, tanto menos dispuesto se halla a buscar la razón de las dolencias sociales en el principio del Estado -o sea en la actual organización de la sociedad, de la que el Estado es expresión activa, consciente de sí y oficial-, tanto menos dispuesto se halla a comprender que el Estado es el principio universal de esas dolencias. La razón política es precisamente razón política, porque piensa sin salirse de los límites de la política. Cuanto más aguda, cuanto más viva, tanto más incapaz es de comprender las dolencias sociales. La época clásica de la razón política es la Revolución francesa. Lejos de ver en el Estado la fuente de los defectos sociales, los héroes de la Revolución francesa ven en los defectos sociales la fuente de los males políticos. Así, para Robespierre, la extrema pobreza y la gran riqueza son sólo un obstáculo de la pura democracia. Por consiguiente trata de establecer una frugalidad espartana general. El principio de la òlítica es la voluntad. Cuanto más parcial, o sea cuanto más perfecta es la razón política, tanto más cree en la omnipotencia de la voluntad, tanto mayor es su ceguera frente a los límites naturales y mentales de la voluntad, tanto más incapaz es por tanto de descubrir las fuentes de las dolencias sociales.
[...]
Cuanto más culta y general es la razón política de un pueblo, tanto más derocha el proletariado sus fuerzas -al menos en los comienzos de su movimiento- en motines irracionales, inútiles y ahogados en sangre. Como ese pueblo piensa en la forma de la política, ve la razón de todos los males en la voluntad y todos los remedios en la violencia y la subversión de una forma precisa de Estado. Los trabajadores de Lyon creían perseguir fines meramente políticos, se tenían por meros soldados de la república, cuando en realidad eran soldados del socialismo. De este modo su razón política les obscureció la raíz de la calamidad social y falseó el conocimiento de su verdadero fin: de este modo su razón política le mintió a su instinto social.


Texto extraído del capítulo 2 titulado Crítica de la política y del derecho de la Antología de Marx, edición de Jacobo Muñoz. Ediciones Península S.A. 2002.

martes, 17 de febrero de 2009

La lucha en el Puerto de Barcelona, 1976-1986.

El ciclo de luchas del Puerto de Barcelona es un ejemplo más de las movilizaciones obreras autónomas de la Transición, aunque se trata de un episodio especialmente significativo por la duración del mismo, la creatividad desplegada en las formas de lucha y la dimensión que llegó a adquirir como embrión organizativo de la autonomía de los trabajadores portuarios, que se materializaría en la Coordinadora, la organización asamblearia que aglutinaría a los estibadores de todos los puertos españoles. Significativo por sus contribuciones, pero también por sus debilidades, que han conducido a la situación actual. Rememorar lo que se ha vivido intensamente, lleva a sus protagonistas a hablar tanto desde la ilusión con que vivieron aquellos momentos, de las ganas que le pusieron y la verdadera pasión que derrocharon, como desde la decepción de ver cómo aquella acción se enmarcaba en el contexto del pacto de transición que limitaba sustancialmente el efecto de la lucha. Porque, visto tan de lejos, y cuando ya todo esto pertenece a la memoria, ya no se sabe si los estibadores eran víctimas de ese cuadro, al cual se tenían que sujetar, si no actuaban dentro de un marco preestablecido. Por eso, quienes reflexionan hoy acerca de su experiencia de entonces, están un poco “entre aquella ilusión y este desencanto”.
La incorporación de los estibadores a la lucha sindical autónoma fue relativamente tardía, cuando las tendencias autónomas ya acumulaban unos cuantos años de experiencia. “Nosotros nacimos en el punto de inflexión en el movimiento obrero autónomo que fue 1976. Aunque las luchas en el puerto habían comenzado en 1974, nos constituimos como parte del movimiento autónomo cuando este movimiento ya había vivido sus momentos más álgidos. En cierto modo, nosotros éramos el vagón de cola de la autonomía obrera. Y cuando digo nosotros me refiero no sólo al puerto de Barcelona sino a todos los puertos de la Península y que tuvo consecuencias a nivel europeo, en la medida que fuimos un elemento de referencia para la autoorganización de los estibadores en varios puertos de Europa. Nacimos, pues, como siempre en el proceso de constitución de las tendencias autónomas, a raíz de las reivindicaciones concretas, que era como nosotros queríamos llegar a la contradicción total con el capital en aquel momento. Planteando reivindicaciones que nosotros pensábamos que el capital no podría satisfacer, se llegaría a una contradicción tal que lo podríamos poner en jaque y eliminarlo, simplemente, eso era lo que queríamos, queríamos hacer una revolución. A partir de aquellas reivindicaciones nuestras, que eran realmente pretenciosas, llegamos a una forma de organización asamblearia, autónoma, anticapitalista, de delegados revocables, sin liberados; cosas que pertenecían a toda esa teoría del área de la autonomía”.
Esta afirmación autónoma de los estibadores se vio favorecida por la torpeza de los sindicatos semioficiales (CCOO, UGT, USO) que ya habían iniciado el asalto a la antigua CNS (Sindicato Vertical). Una torpeza fruto de su oportunismo porque cometieron el error, en la jornada de lucha de noviembre de 1976, convocada por la COS (Coordinadora de Organizaciones Sindicales), de no defender ni a sus propios despedidos en las fábricas. Como en anteriores ocasiones, la jornada de lucha, en muchos casos, fue más allá de las pretensiones de los sindicatos convocantes, lo que acarreó despidos y detenciones. Sin embargo, aquella jornada de lucha simbólica, para los estibadores fue, en realidad, una huelga que se hizo contra la patronal. La patronal despidió a siete trabajadores y los sindicatos dijeron “ha sido sólo un día de huelga, que nadie se movilice”. “Pero nosotros no estábamos dispuestos a dejar de lado a los seis despedidos que había habido en el puerto, algunos precisamente de CCOO, aunque para nosotros eran unos compañeros más. Decidimos defender su readmisión en contra de nuestros representantes sindicales que ya eran de UGT, CCOO, y algunos todavía del Sindicato Vertical. Se resistían a aceptar las decisiones solidarias de los trabajadores, pero finalmente la asamblea los obligó a dimitir, les hizo romper el carnet de enlaces sindicales en la propia asamblea y se nombró allí mismo un comité de delegados que a partir de entonces fue el que organizó el destino y la forma de nuestras decisiones. Los sindicatos quedaron arrinconados y se instituyó la práctica de la asamblea diaria. Eso en el puerto es fácil, somos una especie de mercado de trabajo al que cada día concurrimos en un lugar determinado y desde allí nos destinan a trabajar a cada barco. Fue muy fácil que cada mañana pudiéramos decidir cada detalle, cada cuestión, cada asunto acerca de lo que ocurría en nuestra vida colectiva y en nuestro trabajo”.
Este proceso tenía lugar en un contexto social y laboral en el que se extendía una predisposición subjetiva favorable a la insubordinación autónoma de los trabajadores de entonces, además de contar con la ilusión de mucha gente que había recogido el relevo histórico de sus padres y abuelos. Muchos desenterraban un carnet que su abuelo había dejado en un baúl escondidísimo, y se acordaba de lo que les había oído contar de la FAI, de la CNT, de cómo habían llegado a colectivizar el puerto durante la guerra de 1936-39. Eso hizo que la dinámica asamblearia surgiera con una fuerza tremenda.
A partir de ese momento, se fueron definiendo una serie de reivindicaciones, algunas descaradísimas, con aumentos salariales del 20 y 25%, los precios del destajo entonces eran bajos y las condiciones del trabajo en las bodegas duras. Simplemente se trataba de una propuesta que surgía y se discutía en la asamblea, espontáneamente, y así se iban elaborando todos los puntos a reivindicar hasta confeccionar plataformas muy amplias. Los delegados lo presentaban a la patronal y, a partir de ahí, empezaba la lucha. Una de las grandes reivindicaciones fue la cotización por el 100% del sueldo a la Seguridad Social. En aquel tiempo, los patronos tenían muchas maneras de reducir sus cotizaciones. Los patronos fijaban una cantidad de cotización, por ejemplo, 1500 pesetitas por día, aunque el destajo subiera más, pero luego las prestaciones por enfermedad, las pensiones de jubilación de la gente, de las viudas, etc., eran pésimas. “Así, alguien proponía, la cotización al 100%, pues la cotización al 100% quedaba plasmada en el papel, y se convertía en un eje de la lucha. Además, estaban los fondos para ayudar a las viudas. Había muchas viudas, los portuarios se morían pronto, no sé si por la mala vida que llevaban o por el trabajo duro que habían hecho, probablemente coincidían las dos cosas. Pues bueno, bastaba que alguien propusiese fondos de ayuda social para ayudar a las viudas, que también se plasmaba en el papel”.
Otra gran reivindicación de aquel tiempo fue la amnistía total, pero no sólo la amnistía política, sino la amnistía laboral. Esto la ley no lo contemplaba, pero a nosotros nos pareció que tenía que haberlo hecho y lo pusimos también en nuestro papel. “Queríamos que todos los estibadores que habían sido despedidos, fuera por el motivo que fuese, volvieran al puerto. La mayoría de ellos había sido despedido por robo; uno lo había sido por pegar una puñalada a un patrón; otros lo fueron por broncas con patrones y acabar a puñetazos, otros por peleas entre ellos; pero nosotros creíamos que tenían que volver, también lo pusimos en las reivindicaciones. La lucha empezó así, con esas plataformas reivindicativas elaboradas en la asamblea”.
La fuerza que daba a los estibadores su acción unitaria y autónoma, junto con el hecho de intervenir en un sector económicamente estratégico (más del 60% de las mercancías que se importan y se exportan tienen a los puertos como centros neurálgicos), evidentemente, todo ello favoreció que se consiguieran TODAS las reivindicaciones antes mencionadas y muchas más. Y sobre todo, lo que consiguieron los estibadores fue un poder real y firme sobre sus propias condiciones de trabajo y sobre el conjunto de las actividades del puerto. Hasta tal punto era así que, “podíamos decir que en el trabajo del puerto, prácticamente, mandábamos nosotros. Este era el gran reproche que nos hacía el patrón, que nosotros éramos los que mandábamos en el puerto, cosa que no nos parecía mal, después de que ellos habían mandado tanto tiempo”. La lucha se fue enconando, evidentemente, porque la patronal no estaba dispuesta a ir cediendo en este tipo de cosas. Los patronos se fueron organizando también. Hasta entonces no estaban organizados, pues los patronos tenían su representación dentro del sindicato vertical. De hecho, las organizaciones patronales también datan de los años de la transición y también estaban contagiadas por el clima autónomo. “Me acuerdo que ANESCO, que es la organización de las empresas portuarias, copió bastante de nuestra manera de organizarnos; también se hicieron autónomos. En la asociación, las empresas no tenían los votos en función del número de acciones, sino que a cada empresa correspondía un voto. Ellos también lo hicieron bastante a nuestra manera porque vieron que funcionaba. Pero lo cierto es que llegamos a momentos de lucha realmente fuertes”.

Un breve repaso histórico
Después de la huelga de 1976 y durante los dos años siguientes se da un movimiento de coordinación entre los puertos españoles que desembocará en la formación de la Coordinadora Estatal de Estibadores Portuarios. En cada puerto habían tenido lugar conflictos en torno a los convenios locales de cada puerto y, a partir de ahí, se ve la necesidad de ir hacia un convenio de sector. Se suceden luchas en los puertos canarios, Galicia, Asturias, País Vasco, Andalucía, Barcelona y Levante. Desde la CNS hubo intentos por mantener su hegemonía sindical después de la caída del sindicato vertical que ya se veía próxima. Fue en el intento de abortar la organización de los verticalistas y con la coordinación de las luchas concretas de los puertos como se fraguó La Coordinadora.
Durante el año 1979 se inicia una fuerte lucha por el convenio nacional y contra el intento de desaparición de la OTP (la empresa de los portuarios) y la privatización de los puertos. En junio del 80 se firmó el convenio pero las empresas de los puertos no lo cumplieron. Entonces, se inicia una huelga selectiva contra las cuatro empresas más fuertes, con el fin de derrotarlas de una en una; método que acabó dando resultado positivo al enfrentar a las empresas entre sí, ya que unas trabajaban y otras no. Fue tal la derrota de la patronal que su asociación nacional de empresas estibadoras (Anesco) declaró: “perdida la batalla sindical, vamos a emprender la batalla política”. Es así como en octubre de 1980 consiguen un real decreto del gobierno de UCD que venía a modificar las condiciones de trabajo en los puertos, neutralizando lo conseguido en el convenio. El puerto de Barcelona decide boicotear el decreto y se inicia nuevamente la huelga selectiva contra las cuatro empresas más grandes y más belicosas contra el anterior convenio. Los demás puertos se van sumando a la lucha a medida que se radicaliza en Barcelona y Canarias, principalmente.
La patronal y el Gobierno respondieron con el despido de 172 estibadores en Barcelona y la ocupación de los muelles por esquiroles protegidos por la policía y la Guardia Civil (en Las Palmas se siguió un proceso similar).
La huelga siempre era salvaje, primero porque no existía una regulación legal de la misma, que empezaba a gestarse entonces, pero también porque nosotros no estábamos muy de acuerdo con pedir permiso al Gobierno Civil, así que la seguíamos haciendo salvaje”. Las empresas suplantaron a los estibadores con esquiroles protegidos por la policía. En el puerto de Barcelona hubo más de 500 esquiroles; gente de extracción muy pobre, muy lumpen, organizados por Fuerza Nueva y por los sindicatos fachas que entonces existían. La reacción de los estibadores estuvo a la altura de la situación. Bloquearon con contenedores las zonas del puerto donde estaban los esquiroles, porque la lucha contra los esquiroles fue fortísima y muy violenta. “Donde los pillábamos había enfrentamientos muy serios; hubo gente muy malherida, de ellos y de nosotros, de ellos más porque nosotros estábamos mejor organizados; su defensa la tenían en la policía; pero claro, la policía trabaja con un horario, y había momentos en que se despistaban y era cuando aprovechábamos nosotros para arremeter contra los esquiroles. Cuando los dejaban en casa, la poli les decía adiós y nosotros estábamos en la esquina, antes de que llegaran a su casa y, claro, allí caían. Y cuando salían del hospital Pere Camps, adonde los habían llevado para curarlos, otro grupo de estibadores los estaba esperando para ver cómo habían quedado, en fin, la cosa fue muy fuerte. A veces, los esquiroles también se caían de los barcos al agua”. Por otra parte, en Las Palmas, el 24 de julio del 80, en una manifestación de familiares de estibadores, un coche arremete contra ellos y mata a Belén María, hija de un estibador. Pararon todos los puertos del país. El conflicto cada vez se extendía y radicalizaba más.
La organización y control de los estibadores de su propia lucha también se hizo extensible en cuanto a las relaciones con la prensa. En la prensa había entonces toda una sección de información laboral. Así como ahora, en la sección final de todos los periódicos, hablan de finanzas, de economía, en aquel tiempo hablaban de conflictos obreros, que entonces tenían cierta entrada en la prensa. “Nos cuidamos mucho de que hablaran de la manera como nosotros queríamos, que informaran de nuestro conflicto. En la Barceloneta, el barrio donde básicamente nos movíamos, aparte de que muchos portuarios eran de allá, conseguimos que nuestra lucha tuviera un amplio respaldo. Además, como ganábamos menos, consumíamos menos, y era allí donde consumíamos, y eso también les iba mal a ellos. Los comerciantes se pusieron a nuestro favor, como la gente del barrio”. De modo que, cuando había lucha por aquellas zonas, no sólo eran los estibadores los que iban contra la policía, sino que desde los balcones les caían macetas y alguna bombona de butano... Se llegó a momentos de tensión muy intensa. Otro capítulo de la acción fue la lucha contra los camiones que entraban a las empresas donde había estibadores despedidos. Bloquear el tráfico de camiones era una baza importante para hacer que la actividad de las empresas se detuviera; por eso, a los camiones que se prestaban a trabajar los perseguían con tirachinas y bolas de acero, de una manera bastante expeditiva, sobre todo rompiendo los cristales de delante. Fue un momento de verdadera creatividad en cuanto a los métodos de lucha que incluso iban más allá de lo que se les podía ocurrir a los líderes; la gente le echó verdadera imaginación a todas aquellas luchas.
La batalla política declarada por la patronal y los decretos que iba promulgando el Gobierno no sólo buscaban derrotar a los estibadores en sus conquistas laborales y reestructurar el sector, sino acabar con la Coordinadora, que ya se había extendido en el año 81 por todos los puertos del país, donde alcanzó unos 12.000 afiliados, y donde había contribuido a desencadenar fuertes huelgas. Hay que reconocer que para entonces, la Coordinadora suponía un escollo considerable y la solidaridad entre los estibadores era muy fuerte, de modo que barcos que habían sido cargados por esquiroles en un puerto no se descargaban en el puerto de destino. Esto incluso llegó a cundir a través de un congreso internacional en el que se establecieron relaciones con portuarios autónomos y organizaciones de base de otros países (Italia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Dinamarca, Francia). La cosa iba tomando bastante envergadura. Fue entonces cuando la patronal decidió afrontar una lucha política contra todo este movimiento que tomaba un cariz realmente grave para sus intereses. La UCD en el Gobierno, sacó un decreto que trataba de modificar las condiciones de trabajo de los estibadores, que son muy peculiares. No es cuestión de entrar aquí a describir la forma de organización del trabajo portuario en detalle, pero baste decir que por sus características daba a los estibadores una capacidad de gestión y control sobre su propia actividad que, en consecuencia, suponía un recorte a la capacidad de control del trabajo por parte del capital. Lo que perseguía el decreto de UCD era precisamente modificar esas condiciones de trabajo de donde arrancaba la fuerza de los trabajadores portuarios y liquidar a la Coordinadora. Con su acción, los estibadores tomaron conciencia práctica de su poder real sobre la actividad del puerto. “De hecho, nuestra fuerza real se fundamentaba en utilizar la organización del trabajo en las tareas portuarias contra la patronal. Era a partir de la situación real, concreta, en el puesto de trabajo desde donde se articulaba la asamblea y la capacidad para imponer nuestro poder en los muelles.
De ahí que los decretos persiguieran modificar la situación objetiva dentro de una nueva organización del trabajo que nos despojara de nuestra fuerza
”.
A partir de octubre del 80, la lucha se centró en ir contra este decreto y se prolongó durante el año siguiente. Continuaron los despidos. Pero hubo aspectos de la lucha verdaderamente importantes y que son especialmente significativos de cómo se produce una transformación de la subjetividad en momentos generalizados de la lucha. Subvirtiendo, incluso, algunos de los prejuicios más arraigados, como son los que se relacionan con el dinero. Así fue como, en el proceso de la resistencia a la ofensiva política del Gobierno y la patronal, se llevó a cabo la socialización de los salarios de los 2.300 trabajadores del puerto.
Dada la naturaleza del trabajo de los estibadores, de carácter rotativo, cada día se trabaja para una empresa diferente, se trabaja a destajo y se cobra el salario diariamente, de manera que cada día es diferente, así que se decidió poner en común el jornal diario de cada uno para repartirlo entre todos. Cada día, al final de la jornada, un componente de cada “mano” (grupo de trabajo) iba a un barecito que hay en la Barceloneta y ponía todo el dinero ganado por el grupo encima de la mesa. Allí había dos compañeros que lo recogían y, a la mañana siguiente, repartían la cantidad decidida por la asamblea a cada estibador, para todos el mismo jornal, sin diferencia de categorías, incluidos despedidos y sancionados; de manera que nadie, a nivel económico, sufrió más que el que estuvo trabajando. “Nadie se pudo quejar en un año y medio que estuvieron despedidos porque sus condiciones, aparte de que no trabajaban, eran exactamente las mismas que las de los que estábamos trabajando. Del salario se reservaba una cantidad de dinero como caja de resistencia. Logramos acumular un fondo muy importante que nos permitía resistir mucho tiempo”.
Lo que más molestó al patrón fue que no tuviera ninguna repercusión el hecho de ser despedido o sancionado. Esa capacidad de organizarse y ser solidario hizo que el despido no supusiera ningún desgaste económico, pero que fuera tremendamente negativo para la patronal. Por medio de este sistema de salario socializado, los estibadores llegaron a acumular una gran cantidad de dinero. Empresas y Gobierno veían que con este sistema tenían mucha capacidad de resistencia a nivel económico. Las huelgas, los bajos rendimientos y las acciones más imaginativas no cesaban. Finalmente, esta lucha contra el primer decreto, elaborado por el gobierno de UCD, se saldó también con una victoria de los estibadores porque las empresas tuvieron que desistir de su gran arma, los esquiroles, ya que no se podía garantizar ni la seguridad del trabajo, ni la de los esquiroles en el puerto. Las barreras de contenedores para la “protección” de los esquiroles no se aguantaban y se caían, los esquiroles también se caían de los barcos al agua, las mercancías que salían cargadas por esquiroles no llegaban o llegaban en malas condiciones a las fábricas, a los denominados puertos “alternativos”, hacia donde se desviaban la carga y descarga de las mercancías de los puertos en huelga, se les quemaban las mercancías en las explanadas y no se sabía cómo: verdaderos montones de pilas de algodón que salían ardiendo y nadie sabía cómo... Realmente, la patronal vio que no había manera de imponer ese decreto por la fuerza.
La lucha iniciada contra el decreto en el 80 acabó en 1982 con la sentencia del tribunal central que declaraba ilegales a los esquiroles, y las declaraciones de nulidad de los 172 despidos y más de 4000 sanciones, además de la derogación del decreto del gobierno de UCD. Sin embargo, la expulsión real de todos los esquiroles del puerto y la reincorporación al trabajo de todos los compañeros todavía exigiría más de un año de lucha.
Se volvió a conseguir un acuerdo marco. Una acuerdo que perseguía dar una mayor coherencia al colectivo portuario en todos los puertos de España, que la composición de las “manos” fueran similares, que los niveles salariales fueran comunes, que las condiciones de trabajo y seguridad en el empleo estuvieran fijadas a nivel nacional... Esto fue lo que presentó la Coordinadora contra aquellos decretos y tuvieron que acabar aceptándolo porque los estibadores utilizaron una forma de lucha singular e imaginativa, consistente en no atacar a todas empresas a la vez, sino mediante un sistema de huelga selectiva. Se hacía huelga a unas empresas y a otras no. Huelgas por horas, en las horas pares, por ejemplo, para no abandonar el puesto de trabajo y no ser suplantados por esquiroles. Por otra parte, las condiciones de competencia de aquel momento entre las grandes empresas, que empezaban a surgir, y las pequeñas que veían que las acabarían absorbiendo, contribuían a que en el bando de la patronal no se pusiesen de acuerdo. “Cuando hacíamos huelga a las grandes empresas, las pequeñas se frotaban las manos porque la carga y descarga de los barcos iba para ellas. Esto les hizo un daño terrible porque no pudieron ponerse de acuerdo para ganarnos aquella batalla política ante el acuerdo marco que les proponíamos. Las pequeñas, viendo que les interesaba la situación, lo empezaron a firmar y, claro, cuando nos quedaban tres o cuatro que no firmaban, y eran las más grandes, las poníamos en serios problemas; algunas empresas muy importantes llegaron a desaparecer. Finalmente, acabaron derogando el decreto, viendo que no tenían capacidad para imponerlo, y empezaron a surgir en todos los puertos los acuerdos marco, donde se establecían nuestras condiciones de trabajo a nivel general. Luego, cada puerto luchaba por sus convenios particulares”.
Esta situación se mantuvo así hasta el año 1986, cuando se empieza a instaurar el consenso en los puertos. Con el acceso de los socialistas al Gobierno se había intensificado la reestructuración iniciada con el gobierno de UCD, la denominada reconversión industrial que, en el caso de los puertos, exigía un cambio radical en la organización del trabajo y en la capacidad de gestión y control que los estibadores tenían sobre su propia actividad. Los socialistas, con su aureola de partido de izquierda, pero también por su proximidad a la realidad social, son los encargados de desactivar la conflictividad portuaria, siguiendo un plan a largo plazo. El Gobierno socialista sabía por la experiencia de los años anteriores que la reforma portuaria mediante el enfrentamiento directo con los trabajadores estaba abocada al fracaso o supondría unos costes demasiado elevados. Sabía, por tanto, que tenía que encontrar la manera de consensuar la reforma y hacerlo, además, con la Coordinadora, ya que las otras centrales sindicales apenas tenían influencia en los puertos. En primer lugar, se trataba de convencer a los líderes que la situación de poder que tenían no podía continuar. Así fue como se comenzó a consensuar en los despachos del ministerio con los representantes de Coordinadora la reestructuración de la actividad portuaria. “Convenía que fuésemos capaces de crear un marco de relaciones más o menos tranquilas y estables en los puertos donde todos pudiéramos coexistir. Y, realmente, fueron picando el anzuelo. La verdad es que nuestra lucha, o bien tenía esta salida, o bien estábamos ya al borde del colapso, porque más allá, prácticamente no se podía ir, y en la medida que el entorno general no acompañaba, que no había una situación a nivel general donde las luchas obreras hubieran ido a esa situación de poder y dominio en las fábricas y centros de trabajo, la nuestra por sí sola no podía continuar más allá. El cansancio de los colectivos ante una lucha tan larga también juega su papel. Aquí nuestros compañeros más avispados empezaron a admitir ese capote que les lanza la patronal y el Gobierno”. A ello contribuye también el proceso de anquilosamiento de la dinámica asamblearia y la burocratización de la Coordinadora, en el que pasan a jugar un papel fundamental los especialistas (abogados), los asesores y los negociadores. Su función consiste en crear las bases del consenso, en manejar el pacto. El PSOE, en el Gobierno desde 1982, saca un nuevo decreto porque ve que existen las condiciones favorables para su imposición. Los socialistas no tenían prisa, sabían a quién se enfrentaban y no querían fracasar. Así, durante el periodo 1982-86, sus técnicos estudian y planean lo que se plasmará en el decreto de 1986. CCOO y UGT, cuya influencia en los puertos es casi nula, se prestan al juego de intrigas para derrotar a la Coordinadora. Paralelamente, el Gobierno va dejando pudrir la situación de la OTP (la empresa de los estibadores) hasta niveles insostenibles. Hasta que en octubre de 1986 sacan el nuevo decreto, cuando la situación ya está madura. Para entonces, los especialistas y los cargos de Coordinadora estaban dispuestos a colaborar en su aplicación. Por el contrario, en los puertos donde no se asumió esta decisión, la situación fue traumática hasta bien entrados los años 90 (Canarias se llevó la peor parte), pero la cohesión de Coordinadora estaba bastante deteriorada, todos los puertos intentaban salvar los restos del naufragio ante la falta de acuerdos claros y combativos. Lentamente y con habilidad, con grandes traumas, pero sofocados sin que trascendieran en exceso, se fue aplicando la reconversión no sólo laboral, sino sindical. Las discusiones en Coordinadora fueron amplias y agrias. Los dirigentes de la negociación en nombre de Coordinadora tenían una coartada para justificar el giro político de Coordinadora en la situación general de la clase obrera, que había entrado en una fase de claro reflujo. Es decir, “nos cobijamos en el entorno para explicar nuestras claudicaciones”.
En ese momento se produce una lucha interna muy fuerte entre nosotros, unos por mantener aquel movimiento del que, realmente, estábamos enamorados y que si no se le daba una forma de cara al futuro corría el riesgo de desaparecer, cosa que la gente no quería. No eran tiempos de grandes luchas y avances, pero teníamos fuerza suficiente para mantener ciertas conquistas laborales y, sobre todo, el espíritu, la forma y la práctica de la organización. Por el contrario, el sector dominante en la estructura de Coordinadora prefería el consenso con la patronal y, a costa de concesiones claramente negativas para los intereses de los trabajadores, mantener una estructura para perpetuarse en el poder sindical de los puertos y en los cargos. La organización ya era algo estable, con forma legal (la decisión de su legalización ya fue difícil y muy discutida en su día, y para algunos ya suponía una claudicación). La organización se convierte en un órgano de gestión más que de lucha. En una asamblea de Coordinadora se llega incluso a declarar, en la línea programática, que dejamos de ser una organización de base para ser una organización de cuadros, reforzando todo lo institucional y representativo en detrimento de la asamblea como órgano de decisión, que casi desaparece”. De este modo, se refuerza la estructura burocrática en detrimento de la acción y la participación colectiva, siempre más compleja y difícil de barajar. Aparecen los “liberados” en la práctica, bajo formas disimuladas, ya que no se pueden declarar debido al rechazo histórico y a que los propios estatutos de Coordinadora no lo permiten. Lo que antes era trabajo político voluntario se convierte en retribuido, las cuotas y las finanzas se encarecen y como en el resto de organizaciones sindicales, los representantes se alejan del puesto de trabajo y, por tanto, de la realidad diaria de los trabajadores a quienes representan. Los delegados se perpetúan en los cargos y aparecen las jerarquías entre ellos, algo imposible en el pasado. La asamblea se convierte en refrendataria más que decisoria. La información queda en manos de asesores y de una minoría de delegados. “La Estiba”, que fue un auténtico órgano de expresión, discusión y difusión de la vida portuaria, con proyección hacia otros sectores de la población asalariada, adopta un aire completamente distinto a partir del inicio de los años 90, introduce publicidad de las empresas y se consagra como órgano publicitario del sindicato y sus dirigentes. El pacto social, cuyas bases habían sentado sindicatos y personal una década antes, en el contexto del pacto de transición democrática para el resto de sectores de actividad, se realiza en el puerto una década después. El objetivo es la paz laboral a toda costa. De este modo, se opera la reconversión de Coordinadora, y lo que nació y fue una organización de lucha, se convierte en un sindicato de gestión. Las páginas de la Estiba (ver números 55 y 56) dieron fe de este giro político impulsado por los representantes (pasar de sindicato de confrontación a sindicato de concertación, copiando la fórmula de los otros sindicatos) y de las críticas que provocó. En cualquier caso, a partir de entonces, se consensúa en la práctica el Decreto y se colabora con las empresas y el gobierno en su aplicación. Se consensúa y participa en la imposición de un nuevo régimen disciplinario, se rebajan las plantillas hasta mínimos alarmantes, se aumentan hasta límites inaceptables las jornadas de trabajo, se rebajan sustancialmente las tarifas de destajo, etc., a cambio de mantener la posición sindical en los puertos y, con la excusa de contener el ataque patronal, mantener la representatividad en las mesas paritarias frente a las otras centrales sindicales. Se consolida así el pacto por la paz social, contra la huelga y la acción, e incluso algunos estibadores pasan a formar parte de la estructura empresarial como garantía de colaboración sindical en la promoción del puerto.
A partir de ahí, en el colectivo trabajador cunde la desmoralización y el desánimo. La represión laboral y la persecución de la disidencia hace que cunda el miedo y la adulación, y que el enchufismo se imponga como modo de acceso a toda una serie de prebendas administradas conjuntamente por la empresa y los representantes sindicales. Prebendas que significan, por ejemplo, la posibilidad de hacer horas extraordinarias a voluntad (doblar la jornada) y hacer dinero a cambio de sumisión. Por supuesto, la fidelización de los trabajadores a la estructura corporativa de sindicatos y patronal no es algo privativo del puerto. Como en el caso de la siderurgia, astilleros o minas, se trata de obtener paz social a cambio de dinero. En el caso de la reestructuración portuaria, la desactivación de un colectivo fuertemente consolidado en una intensa experiencia de lucha, ha exigido por parte de gobierno y capital un plan a medio plazo de extinción generacional consistente en jubilaciones anticipadas, paralización de los trabajadores activos mediante la posibilidad de hacer dinero a costa de destajos y horas extras sin control, mientras que los jóvenes trabajadores llegan al puerto sin la tradición de lucha de sus padres y con unas condiciones de trabajo totalmente diferentes, resultado de la reestructuración contemplada en el Decreto de 1986.
A partir de 1986, lo que hasta entonces fue un ascenso hacia la gloria, se convierte en una carrera para morir de éxito. Nos regodeamos en el poder que teníamos pero lo que era poder de la asamblea han pasado a administrarlo los representantes, a veces en contra de ésta. Ya no está bien parar barcos, la gente no sabe lo que más le interesa. Lo que había sido solidaridad entre nosotros, se ha convertido hoy en competitividad. El afán de dinero es lo que prima y para ello se desprecian y sacrifican las condiciones de trabajo y la seguridad. Productividad, profesionalidad, competencia, es el lenguaje de la nueva época. Antes se tenía una gran pasión por el tiempo libre, por trabajar menos. En el puerto el trabajo es discontinuo, es posible que haya días que no te toque trabajar y en otro tiempo cobraba importancia la socialidad y el ocio. Hoy no, hoy tenemos que “dar servicio”, como nos dicen los representantes sindicales; eso supone que tenemos que trabajar cuantas jornadas podamos, lo importante es ganar dinero, no importan las condiciones, aunque me tenga que comer un bocadillo sobre la máquina, no importan las horas, ni la supresión de los descansos obligatorios, ni la seguridad en el trabajo, se han disparado los accidentes. No se apoya a los compañeros sancionados o represaliados. Este es el lenguaje y el comportamiento que hemos aprendido en estos años y que, antes, habíamos aprendido a contradecir. Sin embargo, hoy forma parte de nuestro acervo ideológico. Lo que antes era poder de los delegados, que les venía de la asamblea, ahora es poder que el patrón deja administrar a los delegados para derrotar a la asamblea. Es otra manera de poder, siguen teniéndolo, pero ya sentimos que la vinculación entre representantes y representados ha quedado rota. El ser representante hoy se ha convertido en una forma de estatus social y de ascenso laboral. Hay regímenes disciplinarios para la gente nueva que hemos aceptado, está entrando mucha gente nueva porque nos vamos jubilando; a toda la gente nueva se le aplican otras condiciones de trabajo y régimen disciplinario, incluso se les llegó a prohibir que se relacionaran con los viejos para desterrar los antiguos vicios. Hay un intento de borrar las huellas del pasado inmediato, la memoria de la lucha, que los propios dirigentes de la Coordinadora están llevando a cabo para evitar cualquier continuidad entre la generación que vivió el ciclo de luchas de la reestructuración de los años 70 y 80, y la de los jóvenes portuarios recientemente incorporados. Esto ha enrarecido mucho las relaciones entre nosotros. La gente tiene un gran recuerdo de lo que fueron aquellos años, del nivel de solidaridad, de amistad, de conocimiento entre nosotros. Hoy las relaciones son mucho más desconfiadas, individuales, mucho más torvas, más interesadas. Queremos el interés inmediato de conseguir el salario lo más rápido posible e irnos. Se ha ido transformando nuestra ideología, nuestra manera de trabajar, nuestro lenguaje, todo, y hoy yo diría que estamos siendo víctimas de esta derrota, no sé calificarla de otra manera. Mantenemos la organización, pero como una reliquia, desactivada, presa de los líderes, del sectarismo y como sindicato gremial que ha perdido toda conexión con otros colectivos o cultura obrera. Quizá este era el límite del asambleísmo. No hemos tenido la capacidad de disolver una forma de organización que dio todo lo que tenía que dar de sí en su momento y que si se empeña en transcenderse se desvirtúa y degenera”.
Entre tanto, cabe preguntarse qué ocurrirá con la gente recientemente incorporada, si va a ser capaz de crear nuevas formas de oponerse cuando les sea insostenible un tipo de explotación que es cada vez mayor. Porque todas las conquistas del pasado se van perdiendo. La gran decepción para la gente que vivió con ilusión aquello, es que todo esto se está haciendo con el consenso de los compañeros. La asamblea ha sido vaciada de su contenido, secuestrada por los funcionarios sindicales, como ha ocurrido en todos los centros de trabajo donde imperan los otros sindicatos. La asamblea, sin embargo, sigue funcionando aunque reúne poquísimo, y cuando lo hace es más refrendataria que decisoria, una formalidad que sólo sirve para que los representantes hablen en nombre de los trabajadores sin consultarlos, porque creen saber mejor que ellos lo que realmente interesa a los trabajadores. Así se imponen las negociaciones, como siempre lo han hecho los sindicatos.
Esta es un poco la situación a la que hoy hemos llegado. Quizás porque nuestras luchas no tengan más remedio que ser luchas puntuales, con un objetivo y una manera de conseguirlo pero también de diluirse. Me parece que, en la medida que te empeñas en permanecer en el tiempo y permanecer en este tiempo, que es el tiempo del capital, ya has hecho una concesión fundamental en la permanencia misma que, de un modo u otro, sirve a los intereses del capital, porque de lo contrario, el capital no lo permitiría. Yo creo que éste ha sido otro de nuestros grandes errores, que nuestra lucha, a diferencia de la de Vitoria, no se acabó, sino que continuó, pero con unas lacras graves, y que no sé si algún día irá despertando una nueva conciencia entre la nueva gente, porque los viejos, a fuerza de repetir el discurso, nos falta hasta credibilidad en nosotros mismos; una conciencia que venga a zarandear toda esta estructura que un día tuvo su valor, o bien que sepan liquidarla, que quizás es lo que le haga falta, y crear una nueva, la que sea necesaria. Por otra parte, alguna de las certezas de entonces, ya no parecen tan claras. Teníamos clarísimo que eran los trabajadores quienes teníamos que hacer la revolución, desde la fábrica. Esa especie de etnocentrismo también lo hemos perdido y quizás el aire nuevo nos venga de otros lugares, desde otros sectores y la cuestión del trabajo, realmente, no tenga la importancia que le dábamos. En fin, lo que fue nuestra lucha, yo creo que entra perfectamente en el marco de las luchas autónomas”.

Nexo Autonomía, octubre 2001

lunes, 16 de febrero de 2009

Los Chikos del Maiz

Los Chikos del Maiz "Trabajador@s". Un vídeo de su maqueta Miedo y asko en Valencia, 2005. ¡¡Guerrilleros rappers!!



viernes, 13 de febrero de 2009

"Mientras el cuerpo aguante" de Fernando Trueba, 1982.

Este documental nos acerca a la vida del genial Chicho Sánchez Ferlosio. Un cantautor legendario, muchas de sus canciones se confunden con la tradición popular. Uno de sus hermanos es el también genial Rafael Sánchez Ferlosio. Chicho murió en el 2003.



jueves, 12 de febrero de 2009

La insurreccion anarcosindicalista del 8 y 9 de diciembre de 1933 en las Tierras Beronas.

Días de vísperas revolucionarias en los que las armas salen a relucir. Como resultado de los registros domiciliarios efectuados en Cenicero, San Asensio y San Vicente de la Sonsierra, son decomisadas varias pistolas y diverso material para la fabricación de explosivos. En el último pueblo citado se escuchan varios disparos en medio del tumulto producido en la Casa Consistorial por el enfrentamiento de los grupos de obreros de distintas tendencias inscritos en las listas de parados. Estamos en lo últimos días del mes de noviembre y el alcalde de Haro pide con urgencia a la autoridad gubernativa el envío de una sección de guardias de asalto para que impidan que se celebre una manifestación no autorizada de obreros en paro, ante el temor de que se produzcan "disturbios públicos con el asalto a comercios u otros desmanes". Más preocupado aún por la situación social está el alcalde de Nájera, conocedor de que "algunos elementos de la Federación Anarquista Ibérica tramaban un complot para asesinarle". Según consta en el informe de la Guardia Civil, los individuos señalados habían pedido ayuda a los afiliados de los pueblos vecinos y al Sindicato Único de Logroño. Al parecer, desde la capital se les había contestado que "no era el momento oportuno para llevar a cabo su intento, que lo dejan por su cuenta para realizarlo en el momento que se inicie la Revolución Social".
Los impacientes no tienen que esperar mucho para que llegue el momento anhelado. La crisis del gobierno de Manuel Azaña provoca la disoución de las Cortes Constituyentes en los primeros días del mes de octubre y la convocatoria de elecciones generales para el 17 de noviembre. En La Rioja asistimos a un triunfo incontestable de la candidatura de las derechas no republicanas, integrada por Acción Riojana y el Partido Tradicionalista, que consiguen tres de los cuatro diputados en juego. Para la CNT, que había hecho una activa campaña en muchos pueblos de la provincia predicando la abstención, el ascenso de la derecha era un signo inequívoco del triunfo de la reacción. La amenaza del fascismo debía ser contestada por el pueblo con la proclamación en la calle del comunismo libertario. A la revolución ya no se le podían poner puertas ni diques. Era una cuestión de honor. El primer movimiento sería interpretado como una llamada general a la insurrección. La fecha, la madrugada del 9 de diciembre de 1933.


A mediodía la radio difunde una nota oficiosa del Gobierno Civil "para tranquilidad de los habitantes todos de la provincia". Según este comunicado, el "movimiento sedicioso de carácter sindicalista" producido en la capital y en algunos pueblos ha sido "absolutamente sofocado" a las pocas horas de haberse iniciado. La realidad de lo ocurrido es menos tranquilizadora. La sublevación ha tenido una extensión insospechada y en algunos lugares la gravedad de los sucesos hace que La Rioja sea destacada en la prensa nacional como uno de los principales focos de la insurrección. Así es considerada también por los propios anarquistas. Cuando en marzo de 1934 se levante la suspensión de Tierra y Libertad, dicha publicación dedicará el primero de sus suplementos a recordar y valorar la "derrota momentánea", el "forcejeo colectivo" del mes de diciembre anterior como "la etapa más sobresaliente de la Revolución española". En Cataluña no habían respondido como era de esperar ni los centros industriales ni el campo "cloroformizado", Andalucía tampoco había podido dar "el do de pecho" acostumbrado, en buen lugar quedaba Extremadura, un aprobado se concede a Galicia y una de las notas más destacadas obtiene el esntusiasmo de la lucha de Asturias. Mención aparte merecen Aragón y La Rioja por haber mantenido "enhiesta la enseña confederal". En su suelo había quedado a salvo "el honor proletario" y la amplitud que había tomado la insurrección en las dos "regiones hermanas" permitía "esperanzar un después halagador".
Como veremos, el futuro no será muy halagüeño, máxime teniendo en cuentra los varios centenares de hombres detenidos en los sucesos que el 9 de diciembre despertaron conmocionados a los habitantes de bastantes municipios riojanos. Noche de alarma la vivida en Logroño debida al intenso y constante tiroteo que lleva, según el relato de La Rioja "el terror al vecindario recluido en sus domicilios". De acuerdo con las conclusiones del Tribunal de Urgencia formado en la Audiencia Provincial de Logroño, resulta probado que en la noche del 8 de diciembre numerosos afiliados de la Federación de Sindicatos Únicos de La Rioja se reunieron en el domicilio social para puntualizar la forma de realizar el movimiento revolucionario. Después del reparto de armas y explosivos se lanzaron a la calle "con la finalidad de hacer la revolución social y proclamar el comunismo libertario en actitud tumultuaria y agresiva dividiéndose en grupos según táctica predeterminada. Uno de los grupos intenta apoderarse del Gobierno Civil, entablando un prolongado tiroteo con los guardias de vigilancia y seguridad que lo custodiaban. Otro segundo grupo se encamina hacia el cuartel de la Guardia Civil con el propósito de asaltarlo, y un tercero recorre varias calles céntricas y las inmediaciones de la fábrica de tabacos intercambiando disparos con los guardias de asalto, atrayendo a parte de la fuerza pública hacia la plaza de la Imprenta, donde son recibidos con disparos de armas cortas y largas y bombas de mano desde los tejados del Teatro Moderno y los edificios colindantes. Hacia las cinco de la madrugada cesa la refriega y renace una aparente tranquilidad. En las horas siguientes los cacheos y registros dan como resultado una cincuentena de detenidos. Fruto de la refriega, han fallecido un guardia de asalto y dos de los revoltosos y quedan heridos otros cinco agentes y varios de los procesados.


El movimiento revolucionario se contagia también a otras cabeceras comarcales, y Haro no podía ser una excepción. El alcalde, en previsión de incidentes, recorre las calles de la ciudad en compañía de los serenos y varios guardias civiles realizando cacheos entre los elementos sospechosos que deambulan en pequeños grupos. Hacia las dos de lamañana se produce un tiroteo en la plaza de la República, del cual resulta herido de gravedad el capitán al mando de la fuerza pública. Desde la Casa Consistorial se llama al cuartel de la Guardia Civil pidiendo ayuda, pero los guardias restantes no pueden salir. El edificio está rodeado y es atacado con un intenso fuego de armas cortas y largas y con bombas de mano. Ante la defensa cerrada de los sitiados en la casa-cuartel y en el Ayuntamiento y tras el infructuoso intento de desarme de los serenos, los sediciosos desisten de sus propósitos y huyen amparados por las últimas sombras de la noche. Cuando llegan refuerszos de los puestos cercanos de la Guardia Civil y un capitán de asalto con cuarenta individuos procedentes de Vitoria, no encuentran a nadie por la calle. Aunque son detenidos treinta y dos sospechosos, sólo uno puede ser procesado y al cabo quedará absuelto por falta de pruebas.
Pero suerte corren los 34 detenidos en Calahorra, condenados a diferentes penas por su implicación en el asalto de la Casa Consistorial de la ciudad la noche de autos. Según el informe del fiscal un numeroso grupo de unos cientro cincuenta individuos, afiliados y simpatizantes de la CNT, siguiendo instrucciones recibidas desde fuera se habían lanzado a un "movimiento revolucionario para conseguir la desaparición de determinadas leyes que conceptuaban tiránicas". A la una y media de la madrugada en el cuartel de la Guardia Civil se había recibido un aviso telegráfico del Ayuntamiento, defendido por los serenos y agentes municipales, "diciendo que les era imposible aguantar en el mismo el fuego que se les hacía". La salida del capitán con la fuerza a su mando libera a los sitiados y pone en fuga a los revolucionarios después de un prolongado intercambio de disparon que deja tres heridos en la calle.


Menos violentos resultan los episodios vividos en otros municipios como Alfaro y Arnedo. En la primera localidad el celo demostrado por la autoridad y las precauciones adoptadas evitan cualquier enfrentamiento. Los rumores del asalto de los "elementos extremistas" al Ayuntamiento y a otros edificios públicos no llegan a concretarse. Los cacheos y registros ordenados logran la detención y el desarme de 18 individuos, abortando los planes de la reunión clandestina celebrada unas horas antes, y tampoco tienen éxito los instigadores que se habían dirigido al cercano pueblo de Aldeanueva de Ebro con objeto "de inducir a los obreros de este pueblo a actos sediciosos". En Arnedo, en cambio, los revolucionarios encuentran el camino más fácil. Cortadas las líneas telegráficas y telefónicas con el exterior, sobre las cuatro y media de la madrugada una treintena de hombres salen del domicilio de la CNT emprendiendo una manifestación por las calles hasta llegar frente a la fachada del Ayuntamiento, donde pretendían colocar una bandera roja y negra "como señal de haberse proclamado el comunismo libertario en toda España". Ante la resistencia de los serenos municipales, los sediciosos se dirigen a casa del alcalde, conminándole a la entrega de las llaves del Consistorio, petición a la que aquél accede ante la amenaza de utilizar la violencia y con la promesa de no causar ningún daño al edificio. Así ocurre. La enseña anarquista ondea en el exterior, mientras que el grupo insurgente permanece en el interior en actitud pasiva durante unas cuatro horas hasta que deciden abandonar el local.
Dentro todavía de La Rioja Baja el movimiento revolucionario obtiene algún eco en Préjano. A las cinco de la tarde del día 9, ante las noticias llegadas al pueblo de la implantación del comunismo libertario en muchos puntos de España, los obreros asociados, pertenecientes a la UGT, organizan una manifestación pública de apoyo. Unos cien individuos armados de escopetas y picos recorren las calles dando vivas al comunismo y ondeando una bandera negra y roja que llegan a colocar en el Ayuntamiento, después de conseguir que el alcalde les entregue las llaves. No muy lejos, en Rincón de Soto, una docena de "simpatizantes del extremismo", ayudados por algunos individuos llegados de Aldeanueva de Ebro, intentan sin éxito asaltar el Ayuntamiento y declarar el comunismo libertario, desistiendo de sus intenciones al no conseguir "soliviantar el ánimo" de los vecinos del pueblo. En el resto de la región hay que añadir la proclamación de huelga general en Viguera, con 17 detenidos acusados de derribar postes de telégrafos, intimidar a los dueños de establecimientos comerciales para que cerrasen sus puertas y coaccinar a los trabajadores que pretendían salir del pueblo. Además hay que contar los enfrentamientos y disparos de individuos aislados y los cortes de comunicaciones que tienen lugar en otros puntos como Santo Domingo de La Calzada, Rincón de Soto, Herramélluri, Ezcaray, Quel y Agoncillo.


Pero si lo ocurrido durante la insurrección anarcosindicalista en nuestra provincia logra repercusión en toda España, lo hace gracias a la gravedad de los sucesos que tienen lugar en las calles de los pueblos riojalteños de Cenicero, Fuenmayor, Ábalos, San Asensio, Briones, San Vicente de la Sonsierra y el cercano pueblo alavés de Labastida. En Cenicero la vigilancia de la Guardia Civil aborta el plan de los revolucionarios cuando en las últimas horas del día 8 sorprende a los principales instigadores reunidos en una cueva mientras estaban realizando el reparto de armas y municiones y ultimaban la forma en la que había que actuar para implantar el comunismo libertario. Se entabla un fuerte tiroteo entre los guardias y los sindicalistas sorprendidos que se repite por las calles adyacentes en las horas que siguen. El sargento resulta herido y los subordinados que le acompañan lo recogen y se retiran al cuartel. Las comunicaciones quedan cortadas y durante la mañana del día siguiente se ven de nuevo grupos armados en distintos puntos de la población. Los sediciosos se dispersan con rapidez cuando a las cuatro de la tarde llegan desde Logroño fuerzas de la Guardia de Asalto, que toman el pueblo y comienzan las detenciones de los principales sospechosos, cincuenta y seis de los cuales serán procesados por su participación en los hechos.
Aún mayor es el número de encausados en Fuenmayor, hasta alcanzar un total de 73 vecinos. Aquí el plan a seguir por los insurrectos se gesta en la caseta de una huerta después de que un forastero lleve la orden para el alzamiento. Sobre la una de la madrugada un grupo numeroso detiene y desarma a los vigilantes nocturnos y se aposta en los aledaños del cuartel de la Guardia Civil, enviando a sus moradores una nota en la que se les conmina a la rendición y entrega de armas. Un segundo grupo se dirige al Ayuntamiento, despierta al alguacil y, con amenazas, consigue que se les abra la puerta de entrada, apoderándose de las armas que allí había. Por último, otro grupo no menos nutrido sale a las afueras del pueblo para impedir la llegada de refuerzos, corta las líneas del telégrafo y el teléfono y pone varias bombas en la vía férrea que no llegarán a explotar. Hacia las ocho y media de la mañana tiene lugar un enfrentamiento en la carretera de Logroño con la fuerza pública, que llegaba en auxilio de los sitiados y se ve obligada a retroceder. Dentro del pueblo, el ruido lejano de los disparos provoca el inicio del tiroteo contra el cuartel, sin conseguir la rendición de los guardias. Uno de ellos resulta herido de cierta consideración y también recibe un balazo el juez municipal. Mientras tanto, son requisadas las armas de las casas particulares y se pregona por las calles un bando en el que se proclama el comunismo libertario, advirtiendo que "serán, a palabra de hombres, respetadas todas las vidas desde el momento en que se sometan al nuevo régimen". No va a durar mucho. A primera hora de la tarde vuelven los guardias rechazados con refuerzos y varias ametralladoras que callan todo intento de resistencia.


Para entonces en Ábalos ha renacido la calma. A las cuatro de la mañana un grupo de vecinos, "en la creencia de que se había implantado en toda España el comunismo libertario", salen a la calle, cortan unos árboles para interrumpir el tráfico, realizan disparos hacia varias casas, requisan las armas de algunos particulares y se dirigen al Ayuntamiento, desde cuyo balcón arrojan todos los documentos y libros que encuentran. La última acción del grupo de revolucionarios consiste en apoderarse de cinco corderos pertenecientes al marqués de Legarda para preparar una comida. Cuando a las siete de la tarde llega al pueblo un teniente de la Guardia Civil acompañado de veinte números de la Comandancia de Vitoria no encuentra nada anormal en las calles. Los revoltosos han huido al campo o se han refugiado en algunas casas, esperando la llegada de fuerzas del orden. A pesar de la escasa importancia de lo sucedido, 14 de ellos comparecerán ante lo tribunales acusados del delito de sedición.
En San Asensio son juzgados por el Tribunal de Urgencia 38 vecinos y otros 7 lo harán ante un consejo de guerra para responder de la muerte de dos guardias civiles y las heridas recibidas por otros dos. Los hechos se desarrollan siguiendo pasos ya descritos en otros lugares. Al anochecer del día 8 la mayoría de los implicados se reúnen para planear los detalles del movimiento en una cueva donde guardaban armas, municiones y bombas. Una vez constituido el comité revolucionario, cortadas las comunicaciones y bien pertrechados los revoltosos, un grupo quedao apostado en las inmediaciones del cuartel, mientras otro detiene al alcalde e invade el Ayuntamiento, quemando en la plaza toda la documentación oficial que contenía el archivo municipal. También el fuego alcanza la iglesia de la Asunción, prácticamente destruida por las llamas. Los guardias del puesto reciben varias descargas en una frustrada salida en dirección a la estación de ferrocarril y quedan atrincherados en la casa-cuartel, resistiendo el asedio mientras esperan auxilio. Hasta que éste llegue, los insurrectos tiene tiempo durante unas horas de poner en práctica el comunismo libertario: cuando se hace de día, se avisa a la población e un bando que se iba a proceder a la recogida de todas las armas y al reparto de bienes y alimentos, y así se hace con el botín obtenido del asalto a la sede del Sindicato Agrícola Católico y con los productos requisados en varias panaderías, en el estanco y en otros comercios. Todo lo entregado es devuelto cuando, al acabar el día, el pueblo es tomado por dos patrullas de guardias, desplegados en guerrilla y apoyados por ametralladoras, que invaden el pueblo por varios puntos y consiguen restablecer el orden después de un prolongado tiroteo que desbanda a los revolucionarios.


Después de la toma de San Asensio, alrededor de las nueve de la nocche del día 9 fuerzas de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto, junto con tropas del Ejército, se disponen a entrar en la cercana localidad de Briones., donde todavía los insurrectos eran dueños del pueblo. En la noche del día anterior, advertido el alcalde de la presencia de grupo de sindicalistas en actitud poco tranquilizadora, ordenó a los tres guardias civiles del puesto que practicasen cacheos a los que se encontrasen en establecimientos públicos y a los que transitaban por las calles. En una de las salidas los guardias son repelidos por los disparos de un grupo armado que hiere a uno de ellos y los obliga a refugiarse en el Ayuntamiento. A las tres de la mañana se escuchan explosiones y disparos en distintos puntos del pueblo y comienza el asedio a la Casa Consistorial. Con las primeras luces del días los asaltantes exigen la rendición de los sitiados, declarando, en caso contrario, su intención de atacar el edificio con bombas y poner en primera fila a las mujeres y los hijos de los guardias civiles que previamente habían sacado del cuartel. Ante esta amenaza, el alcalde y sus acompañantes se entregan y los revoltosos procedena a apoderarse del armamento que encuentran y queman toda la documentación del archivo y la del juzgado municipal, además de la que hallan en la oficina de recaudación. Colocada la bandera roja y negra en el balcón del Ayuntamiento y publicado un bando que proclama el comunismo libertario, los revolucionarios recorren las casas para requisar todas las armas y recogen alimentos en tahonas y comercios que luego reparten en raciones a los vecinos que acuden al salón del baile. Mientras unos se dedican a las tareas administrativas, otros se aprestan a la defensa del pueblo. Interrumpidas las comunicaciones telegráficas y telefónicas, troncos cortados obstruyen el paso por la carretera y unos raíles levantados producen el descarrilamiento de un tren de mercancías. Durante el resto del día varias patrullas de la Guardia Civil que se acercan son rechazadas, hasta la llegada por la noche de los refuerzos ya citados. Después de una demostración de fuerza, las tropas consiguen entrar en el pueblo, tropezando sólo con algunas resistencias aisladas que se repiten al realizar los registros y detenciones que llevarán a más de sesenta vecinos antes los tribunales.


Sofocado el movimiento revolucionario en Briones, el último reducto por reconquistar es San Vicente de la Sonsierra, donde todavía ondea la bandera anarquista a las diez de la mañana del domingo día 10. El pueblo había sido tomado por los rebeldes en las primeras horas de la madrugada del día 9, siguiendo el plan preconcebido que ya conocemos. Después de recibir instrucciones, los principales promotores, reunidos en una bodega, forman el comité revolucionario y reparten los objetivos entre varios grupos. Así, se apoderan del Ayuntamiento y del Juzgado Municipal, incendiando en la calle toda su documentación, prenden fuego también a la ermita de los Remedios, cortan todas las comunicaciones con el exterior y, una vez declarado el "comunismo libertario libre", proceden al reparto de bonos y vales para el suministro de víveres. Los cinco guardias del puesto, después de defender el cuartel durante unas horas y ante el rumor de que iba a ser rociado con gasolina e incendiado, huyen por la parte trasera junto con sus familias. Para restablecer el orden, después de varios intentos infructuosos, hay que esperar al impresionante despliegue militar de la mañana del domingo, relatado con tonos impresionistas por un enviado especial de El Debate que acompaña al convoy de tropas:

"¡Nada más parecido a un convoy de guerra colonial! Entristece el alma que viajemos por tierras de España como por país insumiso al que se quiere conquistar. Los guardias llevan montados en las ventanillas sus fusiles, cuyos cañones salen hacua fuera, como queriendo descubrir al enemigo. Los guardias otean sin reposo todo el horizonte. Así bordeamos el Ebro. El río hispano no parece hoy hispano. Un paso difícil. Un alvéolo del Ebro abrazado por colinas, riscos, que ayer fueron parapetos para impedir el paso de una locomotora, que fue preciso hacer retroceder [...] Para colmo de perplejidades, y para mayor sensación de guerra -¡de guerra entre hermanos!- descubrimos en el cielo ceniciento la silueta de varios aviones. Contamos cuatro que vuelan y revuelan sobre el mismo punto [...] Frente a nosotros se alza, a la otra orilla del río, otro pueblo aún rebelde, San Vicente de la Sonsierra, levantado pintorescamente en una roca que domina el valle del Ebro. En el aire amenazan aviones; por las cuestas empinadas de la colina evoluciona la Caballería con las ametralladoras. Tenemos la dolorosa impresión de ser corresponsales de guerra en nuestra propia tierra, en nuestra propia provincia. En todas las ventanas y balcones del pueblo comienzan a aparecer manchas blancas. San Vicente de la Sonsierra se rinde y los jinetes de Vitoria toman el último reducto de la resistencia a las diez de la mañana del domingo, treinta horas después de comenzar el alzamiento."


El texto pertenece al capítulo La hora de la revolución social (1933) del libro Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936) escrito por Carlos Gil Andrés. Prensas Universitarias de Zaragoza 2000.
Una narración más detallada y atractiva sobre la insurrección en los pueblos de La Rioja Alta se puede encontrar en el libro Lejos del frente. La guerra civil en La Rioja Alta. escrito también por Carlos Gil Andrés. Editorial Crítica S.L. 2006.


"Queda abolida la propiedad privada y toda la riqueza [queda] a disposición de la colectividad. Las fábricas, talleres y todos los medios de producción serán tomados por los proletarios organizados y puestos bajo control y administración del comité de fábrica y obra [...] En el campo, las tierras y todo cuanto constituye la riqueza del pueblo ha de ser puesto a disposición del municipio libre. Los trabajadores Que han venido habitando viviendas inmundas deben ocupar las viviendas de las clases ricas y los edificios que reúnan buenas condiciones de habitabilidad. Las tiendas y almacenes deben pasar al control de los comités de barriada, que se encargarán de la distribución de los productos y garantizarán el abastecimiento de la población. Los bancos quedan bajo la guardia del comité revolucionario, que velarán porque las riquezas sean puestas a disposición del pueblo productor. Queda suprimido el uso de la moneda, así como el ejercicio del comercio [...] A los cuadros de defensa compete la defensa armada de la revolución".

Manifiesto del 8 de diciembre de 1933 del Comité Revolucionario instalado en Zaragoza. Recogido del libro de Miguel Amorós La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti. Virus editorial 2003.