lunes, 28 de abril de 2008

Primera parte del comunicado de disolución de la RAF.

LA GUERRILLA URBANA YA ES HISTORIA
(1ª parte)


Hace casi 28 años, el 14 de mayo de 1970, se formó en una acción de liberación la RAF.
Nosotros ponemos hoy fin a este proyecto. La guerrilla urbana bajo la forma de la RAF ya es historia.
Nosotros somos todas aquellas personas que hemos formado parte de la RAF hasta el último momento.
Nosotros realizamos este paso conjuntamente.
A partir de ahora seremos -como todas las demás personas procedentes de este contexto- antiguos militantes de la RAF.
Nosotros respondemos por nuestra historia.
La RAF fue el intento revolucionario de una minoría -en contra de la tendencia actual de esta sociedad- de participar en la subversión de las condiciones capitalistas.
Estamos contentos de haber formado parte de este intento.
El final de este proyecto muestra que por este camino no podíamos avanzar. Pero esto no quiere decir que la revuelta haya dejado de ser una necesidad o algo legítimo. La RAF ha sido el resultado de nuestra decisión de ponernos al lado de aquellos que en todo el mundo luchan contra la dominación y por la liberación. Para nosotros ésta ha sido una decisión correcta.
Ni los cientos de años de cárcel que, sumados, pesan sobre los presos y presas de la RAF ni todos los intentos de destrozar la guerrilla han podido acabar con nosotros. Hemos buscado la confrontación con el poder. Hace 27 años optamos por integrarnos en la RAF en cuanto a sujetos, la dejamos ahora en manos de la historia.
El resultado nos resulta crítico. Pero la RAF -igual que toda la izquierda hasta hoy- no es más que un estadio de transición en el camino hacia la liberación.
Tras el fascismo y la guerra, la RAF ha aportado algo nuevo a la sociedad: el momento de la ruptura con el sistema y el destello histórico de una enemistad decisiva contra las condiciones a las que las personas se ven sometidas y en las que son explotadas estructuralmente, y que han engendrado una sociedad en la que los seres humanos se explotan unos a otros. La lucha en la brecha social que abrió nuestra enemistad sólo se anticipó a una liberación que adquiriera verdadero carácter social: la brecha entre el sistema -en el que el beneficio es el sujeto y el ser humano el objeto- y el anhelo de una vida sin las mentiras de esta sociedad cada vez más carente de sentido. Estamos hasta las narices de inclinar la cerviz, de funcionar, de pisar, de que nos pisen. Pasamos del rechazo al ataque, a la liberación.


La RAF surgió de la esperanza de liberación.

Animados por el valor que irradiaban las guerrillas del Sur y las de los países ricos del Norte, surgió a principios de los años setenta la RAF, para a partir de la solidaridad con los movimientos de liberación emprender una lucha conjunta. Millones de personas descubrieron en las luchas de resistencia y de liberación de todo el mundo una oportunidad también para ellas mismas. La lucha armada era en muchas partes del mundo la esperanza para conseguir la liberación. También en la RFA [República Federal Alemana] decenas de miles de personas se solidarizaban con la lucha de organizaciones militantes como el Movimiento 2 de Junio, las RZ, la RAF y más tarde la Rote Zora. La RAF surgió como consecuencia de las discusiones que miles de personas mantuvieron en la RFA, a finales de los sesenta y principios de los setenta, sobre la viabilidad de la lucha armada como camino hacia la liberación.
La RAF emprendió la lucha contra un Estado que, tras la liberación del fascismo nazi, no había roto con su pasado nacionalsocialista.
La lucha armada representaba la rebelión contra una estructura autoritaria de la sociedad, contra la individualización y la competencia. Era la rebelión para conseguir una realidad social y cultural diferente. Con los vientos favorables de otros intentos de liberación por todo el mundo, había llegado el momento para la lucha decisiva, que ya no aceptaba la legitimización pseudonatural del sistema y cuya superación se había propuesto seriamente.


1975-1977

Con la ocupación de la embajada alemana en Estocolmo, en 1975, empezó la etapa en la que la RAF dedicó todos sus esfuerzos a liberar a sus presos de las cárceles.
Le siguó la ofensiva de 1977, en cuyo transcurso la RAF secuestró a Schleyer. La RAF puso en cuestión el poder. Comenzó un intento radical y decisivo de lograr para la izquierda revolucionaria una posición ofensiva contra el poder. Justamente esto es lo que el Estado quería evitar. El carácter explosivo de la situación -la escalada en este enfretamiento- le venía también del trasfondo de la historia alemana: con la continuidad del Estado sucesor del nazismo y al que la RAF alcanzó en su ofensiva.
Schleyer, miembro de las SS durante el régimen nazi, había recuperado, como muchos otros nazis de todos los estratos sociales, su cargo y sus honores. Eran carreras que conducían desde los nazis hasta los puestos gubernamentales de la RFA, la justicia, el aparato policial, el ejército, los medios de comunicación y las directivas de las grandes empresas. Los antisemitas, racistas y genocidas eran muchas veces los antiguos criminales y ahora los nuevos potentados.
Schleyer participaba en el entramado de los nazis y del Capital para la construcción de un espacio económico europeo bajo supremacía alemana. Los nazis querían una Europa en la que no hubiese ni luchas entre trabajadores y Capital ni mucho menos resistencia contra su sistema. Querían suprimir la lucha de clases, intentando implicar a los alemanes o a las personas que fueran "germanizables" y sirviesen como trabajadores en la "comunidad del pueblo". A las demás las esclavizaban haciéndoles hacer trabajos forzados o las exterminaban sistemáticamente en los campos de concentración.
Con la liberación del fascismo nazi y el final del exterminio industrial de seres humanos por los nazis no llegó la liberación del capitalismo. Schleyer continuó trabajando, después del 45, por la consecución de los mismos objetivos económicos, pero de forma más modernizada. Con el modelo socialdemócrata de los años setenta llegó un empuje modernizador. Como dirigente de la industria, Schleyer continuó trabajando en la creación de un sistema para la contención de la resistencia social contra las condiciones del Capital -p.ej., los despidos- y la integración con coberturas sociales negociadas según tarifas estipuladas. Y de lo que se trataba ahora también era de integrar sobre todo la parte alemana de la sociedad, lo que le posibilitaba al Capital una mayor explotación de los trabajadores inmigrantes, y, a escala mundial, la dominación y la explotación de los seres humanos en el Sur, donde provocaba el exterminio masivo por hambre.
La continuación del sistema que Schleyer encarnaba -en los años setenta, durante el periodo del modelo socialdemócrata- es un momento crucial de la reconstrucción y el desarrollo de la RFA.


La obligación terminante de aprobar todas las medidas del Gabinete de Crisis y la persecución de cualquier voz crítica, hasta el extremo de intentar eliminar al contrario político, eran los mismos mecanismos de reacción que habían utilizado los nazis.

Las acciones de la ofensiva de 1977 dejaban claro que en esta sociedad hay lugares que el sistema no consigue recuperar ni controlar. Después de que los nazis exterminaran toda resistencia, con las acciones de los grupos de guerrilla urbana volvía, después del 68, un momento de la lucha de clases en la Alemania Occidental Postfascista no integrable ya por el poder. El secuestro de Schleyer agudizó considerablemente este aspecto de la lucha. El Estado no respondió con pánico, como se dice a menudo hoy en día. Reaccionó reprimiendo cualquier expresión de disconformidad con las medidas que tomaba en el marco del estado de excepción. El Estado exigía el sometimiento de todos los medios de comunicación a las directrices del Gabinete de Crisis, a las que se atuvieron mayoritariamente la mayoría de ellos. Todos los que no se sometían corrían el peligro de la confrontación con el sistema. Intelectuales, de los que todo el mundo sabía que no simpatizaban con la RAF, pero que estaban en contra de la declaración del gobierno del estado de excepción, no se salvaban del acoso y la represión. Los miembros del Gabinete de Crisis, algunos de ellos con experiencia militar, reaccionaron en el 77 siguiendo el mismo patrón que los nazis -aunque estos lo hicieron en unas dimensiones mucho más salvajes-, a fin de no dejar emerger o para exterminar luchas anticapitalistas y antifascistas. Tanto el fascismo nacionalsocialista como en 1977 la política estatal tenía como objetivo no dejar ningún espacio en la sociedad entre la lealtad al Estado en estado de excepción, por un lado, y la represión, por el otro.
Después de que se viese claramente que el Estado iba a dejar caer a Schleyer, la RAF, dentro de su propia estrategia ofensiva, dio su conformidad para secuestrar un avión civil e inició así una acción de la guerrilla, que parecía dar a entender que la RAF ya no distinguía en esta sociedad entre arriba y abajo. Con la misma ya no se podía identificar la dimensión socialrevolucionaria de la lucha, aun tratándose de un intento justificado de liberar a los presos de la tortura. De la ruptura con el sistema y el rechazo del estado de cosas de esta sociedad -que es la condición previa de cualquier movimiento revolucionario- resultó la ruptura con la sociedad.


De los años setenta a los ochenta

La RAF había puesto toda la carne en el asador y había sufrido una gran derrota.
En el proceso de lucha hasta finales de los setenta se había puesto de manifiesto que de la explosión de mayo del 68 había quedado la RAF y pocos más. Muchos de los que participaron en el movimiento del 68 se habían retirado y aprovechaban las oportunidades para hacer carrera dentro del sistema.
La RAF había asumido, como parte de la lucha antiimperialista mundial, la guerra por la liberación en la República Federal. En 1977 quedó claro que no tenía ni la fuerza política ni la fuerza militar para poder triunfar -también tras la reacción provocada: la guerra interna- de una manera determinante en la situación.
Estaba justificado aprovechar la situación histórica de principios de los setenta para abrir un nuevo y desconocido capítulo en las metrópolis en la confrotación entre imperialismo y liberación. La experiencia de la derrota de 1977 pone en evidencia los límites del antiguo concepto de guerrilla urbana de la RAF. Para que funcionase era necesario un nuevo concepto de liberación.
El concepto del frente de los años ochenta era un intento en esta dirección. La RAF quería crear nuevos vínculos y la base para una lucha conjunta con los sectores radicales de los movimientos de resistencia surgidos desde finales de los setenta. La acción armada siguió siendo el momento central y determinante de todo el proceso revolucionario concebido como guerra de liberación.


El frente antiimperialista de los años ochenta

Al comienzo de los años ochenta había muchas luchas contra proyectos del sistema que atentaban contra los seres humanos; estas luchas, a su vez, eran la expresión de la búsqueda de formas de vida libres. Una eclosión social que buscaba ya en el presente el comienzo de una realidad social diferente.
Miles de personas de los diferentes movimientos salieron a la calle, en los años ochenta, en contra de lo mismo que querían atacar la RAF desde el 79: la militarización de la política de los Estados de la OTAN, que iba a hacer posible que Occidente desatase "mil y una" guerras a la vez -la guerra contra la Unión Soviética y, a la vez, intervenciones militares contra los movimientos de liberación y contra revoluciones como la de Nicaragua, que habían conseguido arrebatarle terreno a favor de la liberación a las dictaduras occidentales-.
La RAF partía del supuesto de que no se iba a quedar sola en esta nueva etapa. Esto se basaba en la esperanza de que los sectores militantes de los diferentes movimientos se integrarían en el frente común.
Pero este concepto pasó por alto que en esa situación social había muy poca gente que le viese sentido a la lucha de liberación llevada al nivel de la guerra. La lucha de liberación -cuyo momento central es la guerra- sólo tiene sentido, si existe la posibilidad de que otras fuerzas en la sociedad le den continuidad: si hay alguna posibilidad de que se expanda, aunque sólo sea entre la parte más radical del movimiento.
Pero ni siquiera los que fueron solidarios -y éstos no fueron pocos- asumieron la lucha con esta idea. La guerra de guerrillas necesita tener la perspectiva de extensión a un nuevo nivel de la lucha. Este estadio imprescindible para la existencia de la guerra de guerrillas no lo hemos alcanzado nunca.
La idea de la RAF, que hacía de la acción armada el aspecto central de la lucha, subestimaba los procesos políticos y contraculturales ajenos a la lucha político-militar. La superación de esta orientación estratégica, que en su estructura fundamental no iba más allá de la concepción de los años setenta, hubiese sido la premisa para un nuevo proyecto revolucionario. El frente no podía ser el proyecto de liberación que permitiese superar la separación entre el movimiento y la guerrilla.
La RAF en los años ochenta partía de la convicción de que la premisa socialrevolucionaria consistía en el ataque a las estructuras centrales del poder imperialista. Partiendo de esta base, la política se volvía cada vez más abstracta. Esto condujo a la separación de aquello que debe permanecer unido: el antiimperialismo y la revolución social. La perspectiva socialrevolucionaria desapareció de la teoría y de la práctica de la RAF. La consecuencia fue que el frente antiimperialista se orientó exclusivamente hacia una línea antiimperialista. Ya no se podía identificar a la RAF por la cuestión social. Un error fundamental.
Al subsumir todo el contenido político y social bajo el ataque antiimperialista a "todo el sistema", se provocaron separaciones erróneas en lugar de un proceso de unificación; y esto llevó a que las cuestiones planteadas y contenidos concretos de la lucha no fuesen identificables.
La repercusión sobre la sociedad fue limitada, porque la seguridad de avanzar creando una conciencia social y así romper el consenso entre el Estado y la sociedad -momento central de todo proceso revolucionario- desaparecía progresivamente. En lugar de eso, la RAF intentó quebrantar la maquinaria de dominación del Estado con al dureza de sus ataques. Esta decantación en el proceso de lucha perduró a lo largo de los años ochenta y marcó nuestra lucha.
Emprendimos ataques contra proyectos de la OTAN, y junto con otros grupos de guerrilla de Europa Occidental atacamos complejos industriales del Capital; Action Directe de Francia, Brigate Rose/PCC de Italia y nosotros intentamos construir un frente guerrillero en Europa occidental. La RAF concentraba sus esfuerzos en ataques -en la medida en que lo permitiesen las fuerzas- contra proyectos de la OTAN y, desde el 84, contra el proyecto de los países de Europa occidental de crear un nuevo bloque de poder. Nos concentramos en las pocas fuerzas que teníamos y en las de los militantes más afines a la RAF.
El intento de construir un frente conjuntamente con otros grupos de resistencia se convirtió más en una carga que en una ampliación enriquecedora. Ésa fue seguramente la razón de que el frente se rompiera, ya que el intento de mantener la línea "correcta" consumía mucha energía. En esta estrechez no se podía desarrollar ninguna dinámica política.
En lugar de los nuevos horizontes que la variedad de luchas parecían abrir a principios de los ochenta, la rigidez y la estrechez fueron ahogando la política a lo largo de la década.
Había un gran contraste entre la disposición de los militantes de la RAF a darlo todo en el enfrentamiento y la falta de resolución a la hora de bucar nuevas ideas para el proceso de liberación. En este aspecto se arriesgó poco.
Por aquel entonces -la concepción de los años ochenta era muy reciente- también se produjo una evolución por nuestra parte, marcada a veces por una política llevada a cabo con actitud consecuente y manifiestamente fría que, al fin y al cabo, no era otra cosa que "hacer política" (demasiado alejada de todo lo que significaba liberación).
Aun así, fue una época en la que la RAF y los presos de la RAF mostraron con su determinación, superando situaciones duras y derrotas, que habían permanecido incorruptibles a lo largo de la historia y continuaban con su voluntad de querer cambiar las cosas contra los deseos del poder. Esto dio esperanzas a otros y atrajo a muchos, porque la lucha por la colectividad y la unión se oponía a la individualización y la soledad en la sociedad. La lucha de los presos contra el aislamiento y por el reagrupamiento y la dignidad y la libertad contenía algo que otros muchos también anhelaban, y con lo que muchos se podían sentir identificados. La actitud consecuente y sin compromisos de la RAF y de los presos respecto al poder se oponía a todo intento de los dominadores de derrotar las luchas por un modo de vida diferente.


Aquellos de nosotros que, en su mayoría, nos integramos tarde en la RAF...

... lo hicimos con la esperanza de poder influir nuevamente con nuestra lucha en las condiciones cambiantes tras las transformaciones radicales ocurridas en todos el mundo. Buscábamos nuevas maneras de llevar a cabo la lucha de liberación, un nuevo camino que nos uniese a otros. Y creíamos verlo reflejado, en parte, en aquellas personas que habían iniciado la lucha antes que nosotros, que habían muerto o que estaban en la cárcel.
La lucha en la clandestinidad había ejercido una gran atracción sobre nosotros. Queríamos romper nuestros límites y liberarnos de todo aquello que nos mantenía dentro del sistema.
La lucha armada en la clandestinidad ya no era para nosotros el único momento posible y necesario del proceso de liberación. Aun así, y precisamente por la crisis de la izquierda, queríamos continuar desarrollando la guerrilla urbana y la ilegalidad como un terreno apto para el proceso de liberación en todo el mundo. Pero ya entonces veíamos que con esto sólo no bastaba. También la guerrilla tendría que cambiar.
Esperábamos conseguir una nueva vinculación entre la guerrilla y otros espacios de resistencia en la sociedad. Para ello buscábamos un nuevo modelo, en el que pudiesen convivir desde las luchas de los barrios hasta la guerrilla.


Para nosotros era importante establecer una relación entre nuestra lucha y la nueva situación social emergente tras el derrumbe de la RDA.

Queríamos trazar nuestro camino haciéndolo converger con el de todas aquellas personas, cuyo sueños se habían desvanecido con el fin de la RDA y con su anexión por la RFA: aquellas que tuvieron que admitir que el socialismo real no había logrado una verdadera liberación, y aquellas otras que, en algunos casos, ya se habína opuesto al socialismo real en tiempos de la RDA y soñaban con poder alcanzar algo que estuviese más allá del socialismo real y del capitalismo. La mayoría de los que habían vivido en la RDA y habían exigido la integración en la RFA, en 1989, no podían intuir entonces todavía la nueva situación de depresión social que habían ayudado a implantar y la supresión masiva de prestaciones sociales que comportaría. En esta situación, históricamente nueva para todos, queríamos establecer una conexión entre los que se enfrentaban al Estado en la RFA para conseguir la liberación y aquellos que estaban descontentos con al evolución de carácter racista y, en general, reaccionaria en la entonces ya desaparecida RDA. No estábamos dispuestos a dejar este terreno en manos de la resignación ni de la derecha.
Más tarde nos dimos cuenta de que sólo un nuevo proyecto de liberación internacional, que tuviese como punto de partida la nueva realidad del Este y del Oeste, podía estar a la altura de las transformaciones acontecidas. La RAF, la cual tenía sus raíces sólo en la historia de la resistencia en la antigua RFA, no le podía hacer justicia.


El intento de darle de nuevo sentido a la RAF en los noventa fue un propósito poco realista.

Nuestro objetivo era la transformación del proyecto surgido del movimiento del 68 en un proyecto internacionalista y socialrevolucionario de los noventa. Era una época en la que buscábamos algo nuevo, pero -condicionados por los dogmas de los años anteriores- no nos distanciamos de forma suficientemente radical de lo viejo. Y de esta forma cometimos el mismo error que también cometimos todos nosotros después del 77: sobrevaloramos la resistencia en el tiempo de nuestro concepto de lucha. Pero el peligro principal está en desacreditar la lucha armada, cuando ésta se mantiene sin que esté claro cómo ayuda a avanzar perceptiblemente el proyecto revolucionario y conduce al fortalecimiento de la lucha por la liberación. Es importante tratar esto de una manera responsable, porque si no se desacredita la lucha armada para siempre, también para esas situaciones en las que vuelva a ser necesaria.
La crisis que en los ochenta llevó a la izquierda a sus límites, y la dejó al borde de la extinción, convirtió nuestro intento de integrar la RAF en un nuevo proyecto en algo irreal. Llegábamos tarde, también para intentar transformar la RAF a través de un proceso de reflexión. Al fin y al cabo, la finalidad de la crítica y la autocrítica no es acabar con una cosa, sino ayudar a su desarrollo. La desaparición de la RAF no es, en definitiva, una consecuencia de nuestros procesos de (auto)crítica y de reflexión, sino una necesidad, porque la concepción de la RAF no contiene lo necesario para que de ella pueda surgir algo nuevo.
Si colocamos este fragmento de nuestra historia actual en el proceso histórico global, podremos ver que este intento de hacer reaparecer la RAF en un proceso político fuerte se ha convertido, sobre todo, en la prolongación de un proyecto que ya se debería haber dado por concluido hace tiempo.
Tuvimos que reconocer que del ímpetu inicial había perdurado sobre todo la forma de lucha. No existía todavía, de manera tangible, ningún sentido que abriese alguna perspectiva más allá de la sociedad del trabajo y de una economía enemiga del ser humano, orientada al beneficio, y que pudiese ser la base de la lucha por la liberación en un futuro y que a la vez, pudiese unir a muchas personas. Tras nuestra derrota en 1993 sabíamos que no podíamos continuar así, haciendo las cosas simplemente de la misma manera que cuando iniciamos el cambio de rumbo de nuestra lucha en 1992. Creíamos firmemente que habíamos determinado correctamente nuestros objetivos, pero que habíamos cometido graves errores tácticos. Queríamos reflexionar sobre todo esto junto con los que aún estaban en las cárceles y empezar todos juntos una nueva etapa.
Pero al final se demostró, raíz de la -para nosotros- dolorosa escisión de una parte de los presos, que nos declaró enemigos, que las premisas básicas de constitución de la RAF -solidaridad y lucha por lo colectivo- ya se habían esfumado completamente.


Extraído del folleto que recopila este comunicado y una entrevista con un integrante de la RAF Stefan Wisniewski tiutlada Fuimos tan terriblemente consecuentes.... Editorial Virus 2002.

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