miércoles, 26 de marzo de 2008
"Nosotros renunciamos a todo menos a la victoria"
"Las bases anarquistas estaban lejos de haber claudicado y ya hemos repetido que los agentes rusos diferenciaban claramente entre la mayoría de los responsables pro estalinistas y los anarquistas revolucionarios, tachados de "incontrolados", "aliados de los trotskistas", "agentes de la policía secreta alemana", etc. La caída de Málaga nutrió de pretextos a la burocracia libertaria para imponer de una vez por todas en sus filas la militarización y el comisariado, y para apoyar la demanda del PCE de depuración del Alto Mando, facilitando a la vez el predominio estalinista en el nuevo Ejército Popular y el desarme del proletariado. Fue el primer momento estelar de la entente cordial entre los anarquistas de Estado y los estalinistas. Torhyo lo rubicó con una histórica editorial en la Soli el 21 de febrero de 1937: "NOSOTROS RENUNCIAMOS A TODO MENOS A LA VICTORIA" dedicada a la autoridad y a la obediencia. La frase, inventada por Ehrenburg, era atribuida a Durruti con todas las de la ley. Así, los mismos que facilitaron su muerte al enviarlo a Madrid, liquidaban su legado revolucionario poniendo en su boca palabras de capitulación de factura rusa que justificaban sus propios compromisos. Más adelante le convirtieron en objeto de culto, encarnaciòn de todas las virtudes del burócrata. Si hubo alguna constante en política exterior del movimiento libertario español hasta el golpe de Casado, es decir, prácticamente durante toda la guerra, esa fue su alineamiento incondicional con la postura rusa. Es algo que cuesta entender, pero es así. Podemos preguntarnos por qué después de la provocación de Mayo, después del encarcelamiento de centenares de anarquisas entre junio y julio, después de la liquidación del POUM y de la desaparición de Nin, después de la disolución militar del Consejo de Aragón, después de centenares de atropellos a colectividades y de un número apreciable de asesinatos, después de millares de injurias y de un trato infame, Marianet se proclamase amigo de Rusia y el Comité Nacional prohibiera terminantemente criticar al PCE días antes de que una orden de Negrín, del 13 de agosto de 1937, pusiera las críticas a la URSS fuera de la ley. ¿Por qué la Soli del 9 de septiembre de 1937 dijo en titulares que "el proletariado mundial debe apoyar activamente la posición de la URSS"? ¿Ceguera suicida? ¿oportunismo sin freno? ¿deserción del proletariado europeo? ¿corrupción y doble juego? ¿cobardía y entreguismo? ¿complicidad? ¿traición? De todo hubo, porque todos son aspectos de una misma opción histórica. En menos de un año los rusos disponían de las cosas y de los hombres como si España fuera su colonia particular. Cualquier trato, desde un ministerio a un envío de divisas pasaba por ellos. No se podía dar un solo paso sin tener el visto bueno de los representantes soviéticos. Y la insensata burocracia libertaria se plegó a todo, consumando la venta del proletariado español a sus verdugos, tal como hicieron todos los demás partidos. Como eco de la política comunista, Ricardo Sanz, jefe de la 26 División (antigua Columna Durruti) largó el 31 de julio de 1938 el siguiente discurso ante la radio: "el momento actual es un momento que requiere grandes sacrificios, y nosotros, los hombres que hemos salido del taller, de la fábrica, de la mina o del despacho para combatir al invasor, nos hemos juramentado renunciar a todo, circunstancialmente, como bien dijo nuestro inolvidable Durruti. Hemos renunciado a nuestras ideas, porque por encima de todos está la necesidad de liberar a España de los invasores extranjeros, y cuando esto se haya logrado, el pueblo español, unido como ahora, determinará cual será el régimen que ha de regirnos a todos..." Lo mismo podía oírse en boca de cualquier responsable de la CNT o de la FAI. Desde que Peiró y Federica empezaron a hablar de "República Federal" como "garantía del porvenir justo de España" allá por diciembre de 1936. Con tal de sobrevivir como burocracia estaba dispuesto a agarrarse a todos los clavos, especialmente al clavo estalinista. Como burocracia no se le podía reprochar que actuara conforme a su naturaleza, pero incluso en ello no demostró ni un ápice de la grandeza de sus orígenes. Un arrepentido sin valor supo expresar a la perfección en confesión post festum el único reproche válido que la historia conservaría: "No se nos acusará de haber perturbado los planes del Gobierno republicano comunista, pero se nos puede acusar de no haberlos perturbado, y ante el porvenir esta acusación pesará mucho más." Y en efecto, la burguesía de hoy es feliz de no cargar a los comités responsables anarquistas con la responsabilidad de una Revolución Social. Pero los oprimidos les señalan con el dedo acusador por no haberlo ni siquiera intentado."
Extraído del libro Durruti en el laberinto de Miguel Amorós. Muturreko burutazioak 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario